El pasado viernes llegó a la librería Anatma de Sevilla el último libro de Emilio Carrillo titulado “DIOS”, escrito después de un largo periodo de recogimiento interior. El propio
Emilio en una entrevista concedida recientemente hace un perfecto esbozo de su
contenido y de las motivaciones para escribirlo, que reproduzco a continuación
por si os fluye su lectura.
I. El momento
evolutivo de la Humanidad.
1.
El libro “Dios” tiene como hilo conductor el hecho de que la Humanidad ha
entrado en un nuevo ciclo evolutivo de transición desde la “consciencia
egocéntrica” a una “Consciencia de Unidad”. La “consciencia egocéntrica”,
ligada al aferramiento al “yo” (el cuerpo físico, los sentidos corpóreo-mentales,
los pensamientos, la personalidad y el ego a todo ello asociado) y a una
“naturaleza egocéntrica”, supuso, en su momento, un éxito de la evolución y ha
sido muy valiosa en el proceso consciencial del género humano. Pero en el
devenir de éste, se ha terminado por convertir en un obstáculo, hasta el punto
de poner en peligro la propia supervivencia de la Humanidad como especie. Para
salir de esta limitación, el ser humano se dirige de forma natural a una nueva
fase del proceso evolutivo definida por la “Consciencia de Unidad”.
2.
Esta “Consciencia de Unidad” tiene tres manifestaciones fundamentales: la unión
y la simbiosis con la Madre Tierra; la percepción de la Humanidad como una gran
y única red en la que todos los seres humanos se integran e interaccionan; y la
conexión con nuestra divinidad, abandonando la visión de un Dios “exterior”
para conectar con nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal.
3.
Con relación a las dos primeras, la Humanidad, a lo largo de los milenios, se
ha ido separando de la Madre Tierra, deteriorando gravemente el hábitat
ecológico del que depende no la vida de la Tierra, que está fuera del alcance
de la mano del hombre, sino la supervivencia del género humano. Igualmente, se
ha fragmentando hasta romperse en mil pedazos, provocando muerte y dolor por
doquier y produciendo suficiente cantidad de odio y armas como para borrar de
la faz del planeta toda presencia humana. Pues bien, estos dos fenómenos no son
independientes entre si, sino que se hallan absolutamente interconectados.
Ambos son consecuencia de la prevalencia de la “consciencia egocéntrica”. Y en
tanto no haya hermandad entre la Humanidad y la Naturaleza, en su globalidad y
con cada una de sus singularidades, no habrá hermandad dentro de la propia
Humanidad.
4.
En cuanto a la tercera manifestación de la “Consciencia de Unidad” –la conexión
con nuestra divinidad-, el momento evolutivo de la Humanidad impulsa
naturalmente a que entremos de lleno en el meollo de la cuestión y dejemos de
hablar de otros asuntos que, aún siendo relevantes, no hacen sino girar
alrededor del núcleo principal. Y este núcleo es Dios (que cada uno lo llame
como quiera y sienta), lo que es, supone y representa y sus implicaciones para
el ser humano. Es el momento de que conectemos con nuestra esencia y naturaleza
divinales.
5.
En esto último se centran los seis capítulos que conforman el libro “Dios”. En
ellos se desgranan y profundiza en las reflexiones que telegráficamente se
sintetizan a continuación
II. Del Dios
“exterior” al “Dios que es yo”.
6.
Vaya por delante que no soy creyente y desde el interior siento y sé que Dios
no existe: En lo relativo a “creer”, la primera acepción que señala el Diccionario
es “tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está
comprobado o demostrado”. La segunda, “dar firme asenso a las verdades
reveladas por Dios”. En cuanto a “existir”, la Academia ofrece tres
posibles usos: “dicho de una cosa, ser real y verdadera”; “tener vida”; y “haber,
estar o hallarse”. Pero el entendimiento humano sí puede “alcanzar” a Dios, ya
que Dios es, íntima y primordialmente, cada uno de nosotros. Y Dios no puede
“revelarnos” nada, pues no es ajeno o distinto a nosotros mismos y la
“revelación” exige una separación entre quien la da y quien la recibe. Por
ello, con relación a Dios, de nada valen ni el verbo “creer” ni la expresión
“creyente”. Y Dios no es una “cosa”, ni “tiene” vida, ni “está” ni se “halla”
en parte alguna, tampoco en el célebre Cielo. Por lo que a Dios tampoco le es
de asignación el verbo “existir”, ni cabe, por tanto, afirmar que “Dios
existe”.
7.
Es cierto que son muchas las personas que se dicen “creyentes” o “no creyentes”
y hablan de “creer” o “no creer” en Dios o se posicionan sobre su “existencia”.
Los “creyentes” sí “creen” en esa “existencia”, por lo que suelen profesar un
determinado “credo” o religión; los “no creyentes” no “creen” en tal
“existencia” y no hacen suya ninguna “fe”. Ambas posturas –“creyente” y “no
creyente”- parecen rotundamente opuestas. Sin embargo, las dos participan de
idéntica base y tienen un mismo principio y fundamento: la percepción de un
Dios “exterior”. Y es perfecto, no pasa nada. Simplemente, en su proceso
evolutivo, aún no han tomado consciencia de que así están marcando una división
y una frontera entre Dios y ellas. Pero esa escisión y esa barrera son sólo una
ficción mental, no son reales.
8.
Lo Real es que entre Dios y yo -cada uno de nosotros- no hay ruptura o
segregación posible: Dios es yo soy Dios cuando ceso de ser yo: Para expresar
lo que mi Corazón indica sobre Dios, el Amor es lo primero. En la Primera
Carta de Juan (1 Juan, 4, 7-8), se indica: “el Amor es Dios y todo
aquel que ama conoce a Dios; el que no ama no ha conocido a Dios porque Dios es
Amor”. Y en el Amor y desde mi interior, “veo”, siento y percibo que Dios es
No-Ser; y, no siendo, Es: Dios es No-Ser y Ser. Por lo mismo, Dios, siendo
Vacío, es Plenitud. Y siendo Nada, es Todo, sin excepción. Y Todo, sin
exclusión de nada, es Dios. Ese Todo te incluye a ti, a mí, a todos y a todo.
Por tanto, Dios es yo. Y yo… ¿soy Dios?: Dios es yo y yo soy Dios precisamente
cuando ceso de ser “yo”, es decir, cuando dejo de identificarme con cualquier
tipo de identidad, sea física, álmica o espiritual, sea individual o colectiva.
Esto supone tomar consciencia plena de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza
esencial” y divinal, dejando atrás el aferramiento a un “yo” material,
emocional y mental.
III. La parábola del
“Hijo Pródigo”.
9.
La parábola del “Hijo Pródigo” sintetiza metafóricamente la identificación con
lo que no somos tanto a través de la figura del “hijo pródigo” o hermano menor
-que ejemplifica la “tragedia del incrédulo” (ateo, agnóstico, escéptico) que
se separa intelectualmente del Padre- como del “hermano mayor” -que representa
la “tragedia del creyente”, que cree vivir junto al Padre, pero realmente no lo
conoce y lo ha convertido en un ídolo distante y lejano-. A lo que se suma la
“tragedia de las religiones”: queriendo acercar el ser humano a Dios, han
terminado por levantar un muro entre Dios y el ser humano.
10.
La parábola llama a la identificación con el Padre/Madre, percatándonos de que
“Yo y el Padre somos Uno”, pues es nuestro “verdadero ser”.
11.
A ello se dirige la “nueva” espiritualidad que emerge hoy en la consciencia
humana. Es la espiritualidad de los místicos y místicas de todas las épocas y
culturas, aunque con dos importantes diferencias: no necesita vivenciarse
dentro de ningún “credo” o religión; y ya no es algo aislado y minoritario,
sino que se expande cada vez entre más gente y de una punta a otra del planeta.
IV. Aferramiento a la
visión de un Dios exterior: la cadena causa-efecto.
12.
No obstante, la idea de Dios que aún comparte la mayoría de la Humanidad es la
de algo o alguien “exterior” a nosotros.
13.
Esto nos sumerge en el olvido de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza
esencial”, que son absolutamente divinales.
14.
Y tal olvido -la ignorancia de lo que auténticamente Somos- impide, a su vez,
que sintamos la Felicidad que es nuestro Estado Natural.
15.
La consecuencia inmediata e irremediable de los tres puntos anteriores es la
identificación con lo que no somos: el cuerpo físico, los sentidos
corpóreo-mentales, los pensamientos y emociones, la personalidad,.... Es decir:
con lo que realmente es sólo el “instrumento” o “vehículo” que utilizamos para
experienciar en el plano humano. De este modo, los seres humanos pierden la
consciencia de que se trata exclusivamente de un “vehículo”, se aferran a él
desde la absurda creencia de que él es lo que son y terminan atados a un falso
“yo” y a una “naturaleza egocéntrica”.
16.
Y desde ésta, se lanzan hacia fuera de ellos mismos en busca del “bien-estar”,
pobre sucedáneo de la Felicidad (“Bien-Ser”) que es nuestro Estado Natural.
17.
Una búsqueda en la que se usa como herramienta la experiencia dual, basada en
la no aceptación y en juzgar y etiquetar dicotómicamente (“positivo” y
“negativo”, “bueno” y “malo”, “agradable” y “desagradable”,…) todo lo que
ocurre en nuestra vida y a nuestro alrededor. Pero las experiencias carecen de
“color”. Simplemente, son experiencias, todas con su porqué y para qué en el
proceso consciencial y evolutivo de cada cual. Y cada experiencia -la que sea-
tiene su peculiar vibración. Las apariencias de las experiencias -es decir: lo
que perciben de ellas nuestros sentidos corpóreos y mentales- no son reales. Lo
real en las experiencias es su vibración, que se puede escuchar desde el
Corazón, como si se tratara de una melodía musical. Y desde el Corazón -desde
nuestro "verdadero ser"- podemos armonizar la vibración de cada
experiencia -la que sea- para que resuene en Frecuencia de Amor.
V. La idea de un Dios
exterior y la búsqueda del bienestar: causa y origen del sufrimiento humano.
18.
Por tanto, la búsqueda del bienestar en el “exterior” es la derivación lógica
de la idea de un Dios “exterior”. Y ambas -esa idea y esa búsqueda- son origen
y causa del sufrimiento humano. No en balde, el objetivo de la búsqueda es la
satisfacción de nuestros deseos. Pero cuando esto no se consigue, se siente
dolor (“mal-estar”), lo que produce sufrimiento. Y cuando sí se logra, se trata
de una satisfacción momentánea y pasajera (“bien-estar”) que nos aferra todavía
más en el olvido de lo que Somos y es preámbulo de más sufrimiento. Así, el
sufrimiento es la consecuencia inexorable de la búsqueda del bienestar. La
imagen de la diosa Iustitia, su significado alegórico, lo simboliza con gran
precisión: la balanza (la experiencia dual y el sufrimiento); la espada caída
(en lugar de la razón, el Corazón); y la venda en los ojos (la vida es sueño,
pero se puede vivir “dormido” -ensoñación: ojos tapados- o “despierto”).
19.
Pero, ¿cómo evitar el sufrimiento? Tirando del hilo de la madeja, hay que
volver al principio de esta cadena de causas y efectos: la idea de un Dios
exterior. Por lo que la clave para evitar y superar el sufrimiento radica en la
toma de consciencia acerca de que no hay desunión posible entre Dios y yo: Dios
es yo y yo soy Dios cuando ceso de ser “yo”, es decir, cuando dejo de aferrarme
a cualquier noción de identidad, sea física, álmica o espiritual, sea
individual o colectiva. Es así cómo la diosa Iustitia se transfigura en la
“Estatua de la Libertad”: ojos destapados, libro de la Sabiduría (fin de la
experiencia dual) y Luz que se eleva para iluminar la Vida.
VI. El Retorno al
Hogar.
20.
La toma de consciencia de nuestra divinidad supone una especie de Retorno al
Hogar, a lo que siempre hemos sido, aunque lo hayamos olvidado, percibiendo la
Naturaleza de Dios, que es la nuestra.
21. Y
esto no es algo teórico o “teológico”, sino una experiencia práctica que se
materializa en la vida diaria: desalojo interior y vaciamiento; Vida Sencilla;
práctica del Aquí y Ahora; Libertad y superación de miedos y autolimitaciones
mentales; espacios de Silencio; conexión con la Quietud que atesoramos en
nuestro interior para que nuestro Movimiento en el día a día sea resplandor de
esa Quietud; etcétera. Así hasta permitir que el Amor que Somos se libere de las capas conscienciales que tapaban su Presencia
e interferían su Frecuencia, posibilitando que ésta -la Frecuencia de Amor-
impregne e impulse las actitudes, acciones y reacciones con las que, de
instante en instante, afrontamos los hechos cotidianos.
22.
Sin embargo, en lugar de percibir nuestro “verdadero ser” y “naturaleza
esencial” y divinal e intentando escapar del sufrimiento que experimenta, el
ser humano se inventa mentalmente dos necesidades imperiosas: la “necesidad de
hacer” muchas cosas -cuantas más mejor- y “realizarse” en ellas; y la
“necesidad de cambio”, sea de uno mismo, de aquéllos con los que convivimos o
del mundo y las cosas en general. Pero ambas necesidades son, simplemente, una
huida hacia delante. Y generan, a la postre, el mismo sufrimiento que se quería
evitar o superar.
VII. No hay cambio,
sino Evolución.
23. Lo Real es que en
la Creación nada se halla estancado o inamovible: todo se encuentra en veloz y
constante Evolución, que constituye el Orden Natural (Tao). La idea de cambio
supone desconocer esa Evolución inmanente, con sus procesos y ritmos naturales,
y pretender neciamente “marcar el paso” desde el ego para que las cosas se ajusten
a lo que “yo” deseo, cuando “yo” deseo y de la manera que “yo” deseo. Nada se
logra con ello, salvo provocar que la Evolución marche “cuesta arriba”: desde
la aceptación, la Evolución discurre armónicamente; por el contrario, el
propósito de cambio la distorsiona y hace sufrido lo que en sí es puro fluir.
24.
En el contexto, precisamente, de la Evolución, la Humanidad ha entrado en el
nuevo ciclo evolutivo con el que se inició esta charla y se camina hacia una
nueva consciencia: la “Consciencia de Unidad”.
VIII. Innecesariedad
de hacer.
25.
Lo Real es que no hay necesidad, compromiso o deber alguno de hacer nada.
26.
Darse cuenta de la “innecesariedad de hacer” lleva a comprender que el “quid”
de la cuestión no está en “qué” hago, sino en “cómo” acometo lo que sea que
haga. La “naturaleza egocéntrica” llama a poner el acento en el “qué” (qué hago
o dejo de hacer, qué “debo de”, qué “tengo que”,…). Y nuestra “naturaleza
esencial” deja el “qué” en manos de la Providencia –nuestro “verdadero ser” en
acción- y la Vida –responsabilidad al 100 por 100 de cada uno- y se centra en
el “cómo” para llenar de Amor e impregnar con su vibración, con la Frecuencia
de Amor, todos los hechos y circunstancias –experiencias, en definitiva- que la
vida (no la programación mental) va poniéndonos por delante de instante en
instante en el “Vivir Viviendo”. Y da igual el color que la mente -desde la
“experiencia dual”- quiera otorgar a la experiencia –“alegre” o “triste”,
“placentera” o “dolorosa”,…-. Sólo importa situar en la vibración del Amor cada
experiencia que la Vida traiga a nosotros.
27.
Centrado en el “cómo” y en Frecuencia de Amor, ejercito mis dones y talentos
–cada cual cuenta con los suyos-, que se manifestarán en el día a día
naturalmente, sin esfuerzo y con entusiasmo (“Dios en mi”). No en balde, los
dones y talentos son plasmación y expresión directa en “mí” de la Presencia de
Dios, que es yo. Lo que no quita para que atendamos, igualmente, los otros
quehaceres que vengan de la mano de la Providencia y la Vida. Sin juzgar las
experiencias ni etiquetarlas dualmente, las impregnaremos todas con la
Frecuencia de Amor que subyace en nuestro interior. Y lo haremos sin esperar ni
desear nada: sin pretender levantar en los demás ni admiración ni
reconocimiento o valoración positiva. Y sin perseguir “ayudar” a nadie, pues la
comprensión de la “innecesariedad de hacer” habrá hecho ver la enorme carga de
vanidad que supone querer incidir o interferir en el desenvolvimiento de algo
donde todo tiene su porqué y para qué y todo fluye, refluye y confluye en el
Amor de cuanto Es y Acontece.
28.
“Ama al prójimo como a ti mismo”: Énfasis en el “ama al prójimo” y olvido del
“cómo a ti mismo”. Esto último se ve como egoísmo. Pero no es así. Amarse a un
mismo es el “endiosamiento: recordar nuestro verdadero ser y naturaleza
esencial y divinal; destapar el Amor que Somos y no impedir su Presencia ni su
Frecuencia. A partir de lo cual, el “ama al prójimo” será tan natural que ya ni
siquiera será “ama”, sino Amor, sin sujeto, en acción.
Conforme al contrato
de edición suscrito entre el autor y la editorial, los derechos de autor por la
venta de este libro se han fijado en el 10% de su precio de venta al público,
que es de 15 euros. Por tanto, 1,5 euros por cada ejemplar vendido, restando de
esta cifra el IVA.
En el caso del
formato ebook, cuyo precio de venta es de 5 euros, los derechos de autor se han
establecido en el 25%, es decir, 1,25 euros por cada ejemplar vendido, quitando
de este importe el IVA.
Los ingresos que de
todo ello se puedan derivar para el autor, han sido donados íntegramente
a la Fundación Andaluza Nuevo Mundo (FANUM) para la financiación de
proyectos de cooperación al desarrollo e iniciativas de ayuda social.
Maravilloso Emilio, ganas de verlo en breve cuando venga a Barcelona.
ResponderEliminarBuenos Días
ResponderEliminarQuisiera saber que coste tendrá verlo, y si pueden más información de los sitios donde va a estar muchas gracias
1 saludo
Muchas gracias. Las charlas de Emilio Carrillo son totalmente gratis y la única limitación es el aforo del lugar donde las pronuncia.
ResponderEliminarEn este enlace puedes seguir las próximas charlas de Emilio. Gracias.
http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/2013/06/charlas-de-emilio-carrillo-entre.html
Una excelente propuesta Armando, para las personas que desean conocer mas sobre la consciencia y el ser
ResponderEliminarExcelentes y oportunos los aportes de Emilio Carrillo para nuestra humanidad confundida y preocupada.
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