Los últimos descubrimientos de la comunidad ciéntifica están demostrando muchos de los principios que fundamentan nuestras creencias espirituales. Uno de estos descubrimientos es el denominado “Principio Holográfico”, descrito por el premio Nobel Gerard t´Hooft y Leonard Susskin. Este principio sirve de apoyo a Emilio Carrillo para explicar la dinámica consciencial.
Para conocer algo más de este principio, se transcribe a continuación dos artículos muy divulgativos publicados por Alejandro Ruiz Rodríguez, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, en su blog.
La Teoría del Principio Holográfico - El concepto de la realidad (I)
En uno de los capítulos de su último libro titulado "El gran diseño" (*), Stephen Hawking plantea la siguiente cuestión: ¿qué es la realidad?.
Él imagina una pecera en la que viven un número de peces, los cuales
tendrían una imagen distorsionada de la realidad debido a que todo lo
que les llegara lo haría a través de las paredes curvas de la pecera. El
físico teórico Michio Kaku en su libro "Hiperespacio" plantea
algo similar: él recuerda un estanque que visitaba de pequeño, lleno de
carpas, e imaginaba cómo verían las carpas del estanque el mundo que les
rodeaba. Viviendo toda su vida en el estanque poco profundo, las carpas
creerían que su "universo" consistiría en las aguas oscuras y los
nenúfares. Al pasar la mayor parte de su tiempo hurgando en el fondo del
estanque, apenas serían conscientes de que podía existir un mundo
extraño por encima de la superficie. Kaku se sentía intrigado por el
hecho de que pudiera estar sólo a unos pocos centimetros de las carpas,
en un "universo" distinto, pero separado del "universo" de las carpas
tan sólo por la superficie del agua. Volveremos a este recuerdo cuando
en otro blog os hable de lo que exponen varios autores sobre la
existencia de dimensiones extra en nuestro universo, pero tanto Hawking
como Kaku y gran parte de la comunidad de físicos teóricos creen que
nosotros seríamos como esas carpas, pasando nuestras vidas en nuestro
propio "estanque". Pero ¿cómo sabemos que nosotros tenemos la visión
verdadera, no distorsionada de la realidad? ¿No podría ser que nosotros
mismos estuviéramos en el interior de una especie de pecera curvada y
nuestra visión de la realidad estuviera distorsionada por una lente
enorme?
Según
el físico y matemático Brian Greene (**) muchos físicos creen que
estamos llegando a la próxima gran convulsión en nuestra comprensión del
cosmos. El espacio y el tiempo como actualmente se conciben pueden ser
reconocidos como meras alusiones a unos principios más sutiles, más
profundos y más fundamentales que subyacen a la realidad física. Quizá
las propiedades del espacio y el tiempo tal como los conocemos emerjan
del comportamiento colectivo de algunos otros constituyentes más
fundamentales que aún tenemos que identificar, o lo que es lo mismo,
todavía estaría por descubrir una descripción aún más elemental del
universo, una aespacial y atemporal. Según Greene, la ilusión, entonces,
sería de nuestra propia cosecha. De la misma manera que la dureza de
una bala de cañón, y el olor de la rosa, y la velocidad de un guepardo
desaparecen cuando examinamos la materia en el nivel atómico y
subatómico, también el espacio y el tiempo pueden disolverse cuando se
examinasen con formulaciones más fundamentales de las leyes de la
Naturaleza. El espaciotiempo entero de la Naturaleza puede ser tan
diferente de sus partes que nada que se le parezca existe en el nivel
más fundamental. La mayoría de los físicos espera que si el
espacio-tiempo fuera realmente fundamental, todos, independientemente
del leguaje o teoría utilizados, estarían de acuerdo en sus propiedades
geométricas. Pero el hecho de que, al menos dentro de la teoría de
cuerdas, no tiene por qué ser necesariamente así, sugiere que el
espaciotiempo puede ser un fenómeno secundario.
La Teoría del Principio Holográfico: en la década de 1970, Jakob Bekenstein y Stephen Hawking descubrieron que la entropía máxima en cualquier región del espacio dada es proporcional al área de la superficie de dicha región, y no a su volumen. Esto puede significar que quizá los verdaderos y fundamentales grados de libertad -los atributos que tienen el potencial de dar lugar a ese desorden- residen en realidad en la superficie de la región y no dentro de su volúmen. O lo que es lo mismo, quizá los procesos físicos reales del universo tienen lugar en una delgada superficie lejana (superficie frontera) que nos rodea y no en el interior del universo, siendo todo lo que vemos y experimentamos meramente una proyección de dicho proceso. Es decir, ¡quizá el universo es algo parecido a un holograma!
La Teoría del Principio Holográfico: en la década de 1970, Jakob Bekenstein y Stephen Hawking descubrieron que la entropía máxima en cualquier región del espacio dada es proporcional al área de la superficie de dicha región, y no a su volumen. Esto puede significar que quizá los verdaderos y fundamentales grados de libertad -los atributos que tienen el potencial de dar lugar a ese desorden- residen en realidad en la superficie de la región y no dentro de su volúmen. O lo que es lo mismo, quizá los procesos físicos reales del universo tienen lugar en una delgada superficie lejana (superficie frontera) que nos rodea y no en el interior del universo, siendo todo lo que vemos y experimentamos meramente una proyección de dicho proceso. Es decir, ¡quizá el universo es algo parecido a un holograma!
El
“Principio Holográfico”, descrito por el premio Nobel Gerard t´Hooft y
Leonard Susskind y más tarde refinado por Bousso, surge de esa idea
sorprendente: las idas y venidas que observamos en las tres dimensiones
de la vida cotidiana podrían ser proyecciones holográficas de procesos
físicos que tienen lugar en una superficie bidimensional lejana. Sería
como el mito de la caverna de Platón, pero en este caso las sombras
serían reales, mientras que lo que creemos real (nosotros, lo que nos
rodea) serían proyecciones evanescentes de las sombras.
Desde hace algún tiempo, los físicos han mantenido que los efectos cuánticos podrían provocar que el continuo espacio-tiempo convulsionara descontroladamente a escalas muy pequeñas. A estas escalas, la red espacio-temporal podría granularse, y estar compuesta de diminutas unidades (similares a los píxeles) de un tamaño de aproximadamente cien trillones de veces el tamaño del protón. Eso supondría considerar el espacio-tiempo como un holograma granulado, y describirlo como una esfera cuya superficie exterior estaría cubierta por unidades del tamaño de la longitud de Planck (distancia o escala de longitud por debajo de la cual se espera que el espacio deje de tener una geometría clásica). Cada una de estas “piezas” del mosaico universal sería, asimismo, una unidad de información. Y, según el principio holográfico, la cantidad total de información que cubre el exterior de dicha esfera habría de coincidir con el número de unidades de información contenidas en el volumen del universo.
En dicho caso, nuestro estátus en el universo sería literalmente análogo al de los pececillos de los ejemplos iniciales.
Desde hace algún tiempo, los físicos han mantenido que los efectos cuánticos podrían provocar que el continuo espacio-tiempo convulsionara descontroladamente a escalas muy pequeñas. A estas escalas, la red espacio-temporal podría granularse, y estar compuesta de diminutas unidades (similares a los píxeles) de un tamaño de aproximadamente cien trillones de veces el tamaño del protón. Eso supondría considerar el espacio-tiempo como un holograma granulado, y describirlo como una esfera cuya superficie exterior estaría cubierta por unidades del tamaño de la longitud de Planck (distancia o escala de longitud por debajo de la cual se espera que el espacio deje de tener una geometría clásica). Cada una de estas “piezas” del mosaico universal sería, asimismo, una unidad de información. Y, según el principio holográfico, la cantidad total de información que cubre el exterior de dicha esfera habría de coincidir con el número de unidades de información contenidas en el volumen del universo.
En dicho caso, nuestro estátus en el universo sería literalmente análogo al de los pececillos de los ejemplos iniciales.
Vislumbrando otras dimensiones - El concepto de la realidad (II) (*)
Cuando quedamos con alguien necesitamos de un dato imprescindible: el
lugar, o lo que es lo mismo, unas coordenadas en el espacio (longitud,
anchura y altura). Vivimos conscientes de tres dimensiones geométricas,
nuestro mundo es tridimensional. Podemos localizar cualquier posición en
el espacio de cualquier objeto, desde una pulga a una galaxia, dando
tres números. Pero se nos olvida algo, también necesitamos saber la hora
a la que hemos quedado para que el suceso tenga lugar. Por ello,
Einstein extendió el concepto de las tres dimensiones para incluir el
tiempo como una cuarta dimensión. Pero, ¿existen más dimensiones de las
cuales nuestros sentidos no son conscientes? Y en tal caso, ¿por qué no
podemos verlas?
En
1854, el matemático alemán Georg Riemann, con su célebre conferencia en
Gotinga, Alemania, iba a dinamitar las bases de la clásica geometría
euclidiana al introducir nuevas dimensiones. Riemann sostenía que la
electricidad, el magnetismo y la gravedad son causados por el
arrugamiento de nuestro universo tridimensional en una invisible cuarta
dimensión espacial. Así pues, una "fuerza" no tiene vida independiente
por sí misma sino que es sólo el efecto aparente causado por la
distorsión de la geometría. El núcleo de la obra de Riemann era la
comprensión de que las leyes físicas se simplifican en el espacio
multidimensional. Más aún, en 1919 el físico alemán Theodor Kaluza
escribió un artículo que envió al propio Einstein en el que sugería la
presencia de dimensiones más altas. Kaluza proponía que introducir una
dimensión espacial más alta (la quinta dimensión) hacía que la teoría de
la relatividad general de Einstein se desdoblara mágicamente en dos
partes: una que describía la teoría de la relatividad estándar y otra
que se convertiría en la teoría de la luz de Maxwell. El propio Einstein
quedó impresionado por esta solución. Kaluza además propuso que esta
quinta dimensión debe de ser tan pequeña y estar tan enrollada que no
puede ser observada. (Como si cogiéramos una hoja de papel bidimensional
y la enrolláramos en un cilindro muy apretado. Visto a distancia el
cilindro parece una línea unidimensional).
Hoy en día todo ha cambiado con la llegada de la Teoría de Supercuerdas,
de la que hablaré en otro blog. Básicamente lo que viene a decir es que
las partículas subatómicas no son otra cosa que diferentes vibraciones
de una cuerda, que actúa como una minúscula goma elástica. Según esta
teoría la materia no es nada más que las armonías creadas por esta
cuerda vibrante. Los físicos están trabajando arduamente en perfeccionar
esta teoría ya que todo apunta a que podría ser la teoría global que
unificara la gravedad con la teoría cuántica, o lo que es lo mismo,
sería la "teoría del todo" que nos permitiría explicar completamente el
universo.
Pero la extraña característica de la teoría de supercuerdas es que estas sólo pueden vibrar en unas dimensiones concretas del espacio-tiempo: ¡DIEZ! (Si tratamos de crear una teoría de cuerdas en otras dimensiones la teoría se viene abajo matemáticamente). Nuestro universo es tetradimensional (tres dimensiones espaciales y una temporal), esto significa que las otras seis dimensiones deben haber colapsado, o estar enrolladas, de algún modo, como la quinta dimensión que postulaba Kaluza. (Actualmente se trabaja en la demostración de la existencia de estas dimensiones adicionales buscando desviaciones respecto a la ley de la gravedad de Newton). No obstante, existen cinco versiones diferentes de la Teoría de Supercuerdas, y cada una de ellas con aproximaciones matemáticas completamente diferentes. Esto resultaba embarazoso, porque los físicos quieren una única teoría del todo. En 1994, los físicos Edward Witten y Paul Townsed conjeturaron que las cinco teorías de cuerdas eran en realidad una misma teoría (la llamada Teoría M), pero sólo si añadiéramos una undécima dimensión. Así, las cinco teorías colapsan en una. (La undécima dimensión da lugar a un nuevo objeto matemático llamado "brana", dándonos una nueva imagen del universo que asemejaría a una membrana que flotaría en un espacio 11-dimensional).
Pero la extraña característica de la teoría de supercuerdas es que estas sólo pueden vibrar en unas dimensiones concretas del espacio-tiempo: ¡DIEZ! (Si tratamos de crear una teoría de cuerdas en otras dimensiones la teoría se viene abajo matemáticamente). Nuestro universo es tetradimensional (tres dimensiones espaciales y una temporal), esto significa que las otras seis dimensiones deben haber colapsado, o estar enrolladas, de algún modo, como la quinta dimensión que postulaba Kaluza. (Actualmente se trabaja en la demostración de la existencia de estas dimensiones adicionales buscando desviaciones respecto a la ley de la gravedad de Newton). No obstante, existen cinco versiones diferentes de la Teoría de Supercuerdas, y cada una de ellas con aproximaciones matemáticas completamente diferentes. Esto resultaba embarazoso, porque los físicos quieren una única teoría del todo. En 1994, los físicos Edward Witten y Paul Townsed conjeturaron que las cinco teorías de cuerdas eran en realidad una misma teoría (la llamada Teoría M), pero sólo si añadiéramos una undécima dimensión. Así, las cinco teorías colapsan en una. (La undécima dimensión da lugar a un nuevo objeto matemático llamado "brana", dándonos una nueva imagen del universo que asemejaría a una membrana que flotaría en un espacio 11-dimensional).
Pero
volvamos a la pregunta del principio, en el caso de que existieran
todas esas dimensiones adicionales, el plantearnos verlas sería como
describir el concepto de color a una persona ciega. Los espacios de
mayores dimensiones son imposibles de visualizar, así que es inútil
intentarlo siquiera. Veámoslo con un ejemplo: imaginemos una hoja de
papel, e imaginemos que dibujamos un punto sobre ella. Ahora imaginemos
que ese punto es un ser consciente. Ese ser viviría en un mundo
bidimensional (la superficie de la hoja de papel). Para él sólo
existiría la derecha y la izquierda, el delante y el detrás, y su mundo
estaría limitado por los bordes de la hoja de papel. Nosotros, desde
nuestra perspectiva tridimensional seríamos invisibles para él (la
dimensión altura no tendría sentido para ese ser). Imaginemos que
dibujamos un recuadro en el lugar de la hoja donde se encuentra ese ser.
Al ir caminando por su mundo bidimensional, al toparse con una de las
líneas del cuadrado no podría seguir de frente. Pronto se daría cuenta
de que su mundo ha quedado reducido a la superficie que ocupa el
recuadro en la hoja, como una especie de cárcel. Ahora imaginemos que
nosotros, desde nuestra perspectiva tridimensional, podemos coger a ese
punto (a ese ser) y sacarle del cuadrado para depositarle en otro sitio
de la hoja. Esta hazaña, bastante normal desde nuestras tres dimensiones
parecería como un hecho fantástico en dos dimensiones. Otro ser en otro
punto de la hoja vería aparecer a su compañero de la nada. Si
intentáramos explicarle que su compañero se movió hacia "arriba" y salió
literalmente de la hoja él no comprendería nada de lo que le
estuviéramos diciendo. La palabra arriba no existiría en su diccionario,
y además no podría visualizar el concepto. Nosotros seríamos como
Dioses para esos habitantes bidimensionales, capaces de obrar milagros y
de hacer aparecer/desaparecer cosas de la nada (de hecho, en un intento
de explicar dónde podría estar localizado el cielo, algunos teólogos
cristianos han especulado a menudo con que quizá Dios vive en un plano
dimensional más alto.) Él consideraría magia nuestros poderes; nosotros,
sin embargo, sabríamos que no se trata de magia, sino de una
perspectiva más ventajosa.
Ahora
tratemos de visualizar lo que ese ser vería desde sus ojos
bidimensionales en una dimensión más alta. Imaginemos que cogemos a ese
ser (a ese punto) y le arrojamos al aire. Supongamos ahora que mientras
flota en el aire él se cruza con un ser humano (tridimensional.) ¿Qué
aspecto tendríamos para él? Él sólo podría ver secciones planas de
nosotros. La punta de nuestra nariz sería un pequeño círculo que
emergería de la nada para formar otro círculo u otra forma geométrica
bidimensional mayor (a medida que nos fuéramos acercando a él). A medida
que otras partes de nuestro cuerpo fueran emergiendo estos círculos se
fundirían en más círculos de tela (nuestras ropas), carne y pelo en un
alucinante, confuso y caótico baile. De repente, todos los círculos se
harían muy pequeños hasta desaparecer por completo (cuando nos
hubiéramos ido). Nada tendría sentido para él, jamás sería capaz de
visualizarnos como nosotros nos vemos. Análogamente, si se nos sacara de
nuestro universo tridimensional y se nos arrojara a una cuarta
dimensión espacial, descubriríamos que el sentido común resulta inútil.
Mientras nos movemos por la quinta dimensión aparecerían manchas de la
nada frente a nuestros ojos, cambiando constantemente de forma, tamaño y
composición, desafiando todas las reglas de la lógica de nuestro mundo
tridimensional.
Pensemos en ello si alguna vez vemos un fantasma...
Pensemos en ello si alguna vez vemos un fantasma...
(*) Inspirado tras la lectura de "Física de lo imposible" y "Hiperespacio", de Michio Kaku. Ed. Debolsillo y Drakontos Bolsillo, respectivamente
Tema sumamente interesante y apasionante, felicitaciones por el trabajo.-luigi caputi
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