Mi buen amigo Manolo López Arrabal, nos recomienda la lectura de este artículo títulado "La economía cósmica" escrito por un joven argentino llamado Martín Traverso.
La manera en que se organiza el universo para que todos los seres se relacionen entre sí, es a través de una gran “Ley Cósmica” que regula todo lo que recibimos en nuestra vida. Es la “justicia divina” que muchas religiones nombran, que hace que recibamos todo lo que nos merecemos. Así como se entiende en el capitalismo que el mercado regula los precios y la producción, a nivel cósmico, existe una ley que regula todo lo que recibimos en nuestras vidas, más allá de los simples bienes materiales y el dinero. El tema es que, a su vez, lo que recibimos solo en concepto de bienes materiales y dinero (como parte de todo lo que recibimos en nuestra vida), no es una excepción a esta gran organización cósmica, pues todo obedece a una misma ley y todo tiene una causa, nada es por casualidad. Lo interesante es que, queramos o no, todos formamos parte de esa gran Economía Cósmica, nadie puede salir de ella, y por ignorancia de su funcionamiento caemos en una vida de carencias y sufrimientos totalmente evitables, aunque también, muy útiles para nuestro aprendizaje.
Ley cósmica: Dar = Recibir
Es la ley que hace que todos obtengan lo que se merecen. Es la famosa frase: “uno cosecha lo que siembra”. Es por ello que muchas religiones aceptan la frase “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Aquí descubrimos que la ley de la física de “acción y reacción” que descubrió Newton es totalmente cierta y que va más allá del campo de las fuerzas de la física..
Pero para quienes no lo entiendan de esa manera, y necesiten una teoría, podríamos estudiar la siguiente igualdad matemática: Dar = recibir. Esa es la gran Ley Cósmica. Cuando alguien “da”, en el universo se genera un vacío que debe ser rellenado, entonces debe “recibir”, y ese mecanismo opera independientemente de que nosotros lo conozcamos o queramos intervenir. Es más, opera a cada minuto y segundo de nuestras vidas. Cada día que despertamos podemos sonreir y decir: ¿qué será lo que tiene el universo preparado hoy para mí?
Lo que recibimos: nuestro “haber cósmico”
Los orientales lo suelen llamar “karma”, palabra que significa “acción”, y representa a todo lo que nos corresponde como resultado de nuestras “acciones”. En términos simples, es nuestro haber cósmico. Es decir, lo que recibimos constantemente día a día en nuestras vidas no es más que el resultado matemático de esa ley: “dar = recibir”.
A veces nos quejamos porque no nos gusta lo que recibimos de la vida. Estamos disconformes con el trato de otras personas hacia nosotros, con alguna enfermedad que nos ha tocado vivir, con alguna situación difícil que debemos afrontar, con el desempleo no deseado o el salario insuficiente que obtenemos por nuestro trabajo, con el escaso amor y comprensión que recibimos de otros, etc. Lo que sucede a fin de cuentas es que “ignoramos” que todo ello es el resultado de lo que “nosotros mismos hemos generado”. Somos responsables al 100% de lo que nos ocurre en la vida y esto, lejos de desanimarnos, es una gran noticia, pues con el conocimiento necesario y la intención apropiada podemos tomar las riendas de nuestra vida para dirigirla hacia dónde queramos.
Todas las cosas buenas y malas que nos pasan, el trato que recibimos de los demás, el amor que recibimos, los bienes materiales y comodidades, son todos resultado exclusivamente de lo que nosotros “dimos en el pasado” al universo. O de nuestras “acciones del pasado” como dicen los orientales en su concepción del karma.
Reflexión personal: Esta situación que rechazo, ¿ocurrió por casualidad? ¿Puedo encontrar su raíz en alguna acción mía del pasado? O bien, esta situación que me gusta, ¿ocurrió por casualidad? ¿o soy yo mismo el responsable de ella? Nosotros mismos podemos comprender la Ley Cósmica con el solo hecho de observar nuestro pasado y nuestro presente, solo debemos observar.
¿Qué es dar?
El “dar”, es el primer lado de la igualdad matemática. El “dar” es lo que los orientales llaman “acción”. Son todas las acciones que controlamos nosotros y “damos” al universo, dirigiéndolas a cualquiera de los seres que lo integran, incluso a nosotros mismos.
El “dar”, matemáticamente va agrandando nuestro haber cósmico. En la “contabilidad cósmica” que todo lo registra y nada se escapa, cada cosa que damos, se encuentra del lado del debe. De esa manera, también aumenta nuestro “haber cósmico”, que es lo que el universo tiene para darnos como resultado de nuestros pensamientos, palabras y acciones que damos. Podríamos decir que Fray Luca Paccioli descubrió en la contabilidad comercial y la partida doble algo que en verdad existe a nivel cósmico.
¿Cuáles son las formas en que damos al universo?
Los orientales, al concebir el karma, hablan de “acciones” que damos y que son de tres tipos (mentales, verbales y físicas). Podemos simplificar que cuando damos algo al universo (a una persona, a la naturaleza o a nosotros mismos) puede ser alguna de estas tres cosas:
· Pensamientos
· Palabras
· Acciones
Todas tienen un resultado equivalente de retorno para nosotros. Pero como podemos apreciar, detrás de toda palabra y de toda acción, existe primero “un pensamiento”, y muy importante de destacar, “con una intención de quién lo crea”. Por tanto, otra manera de ver lo que damos es que, siempre damos “intenciones” y “pensamientos”. A veces materializados en palabras o acciones y a veces no materializados, quedando como simples pensamientos. Y lo que el universo realmente toma en cuenta es eso: “la intención del pensamiento” más que la “cáscara que vemos” que es la palabra y la acción.
Observemos nuestras últimas palabras y acciones del día: ¿de qué intenciones estuvieron impregnadas?, ¿qué resultados produjeron? Puedo hacer el siguiente experimento: hacer una “misma acción” pero con diferentes intenciones, como por ejemplo, darle un abrazo a alguien sintiendo (con la intención) que la queremos mucho, y luego, dar un abrazo a otra persona sintiendo que la despreciamos, pero deseamos que piense que la queremos… ¿qué conclusiones saco? Cuando probamos estos experimentos, nos volvemos verdaderos científicos de nosotros mismos, al igual que hacía uno de los mayores científicos de sí mismo que ha tenido la humanidad: el buda.
Un “dar invisible”, pero poderoso.
Además, a veces podemos no dar algo visible o apreciable como son las palabras y las acciones, y sin embargo podemos estar dando algo más poderoso: pensamientos. Si simplemente damos “pensamientos amorosos”, esto constituye la forma más poderosa de dar que tenemos como seres humanos. Además es el embrión de toda futura “palabra o acción amorosa”.
Algunos ejemplos podrían ser: cuando vemos un niño pidiendo monedas en la calle y en vez de juzgarlo, solo lo miramos con amor y le “deseamos” lo mejor para su vida. O podemos hacer una “meditación”, visualizando que damos amor a algún ser humano (o a toda la humanidad) que lo necesita, o salud, o fuerza para que resuelva su difícil situación, o bien enviamos luz y amor al planeta entero. Otros lo podemos hacer desde “la oración”, no importa la religión o la creencia, solo importa los pensamientos amorosos que damos al universo. Podemos tener diferentes religiones o no tener ninguna, ser ateos o agnósticos, creer en muchas o pocas cosas, pero hay algo que ningún ser humano desconoce: ¡¡¡el poder del amor!!!
Y todo ello es un “dar extremadamente poderoso” que el universo retribuye de manera muy generosa. Pero no tenemos que pensar en la retribución para no teñir nuestra intención con algo menos elevado, sino solo disfrutar el dar pues lo demás ocurre solo.
El verdadero dar: “el dar virtuoso”
¿Cómo me doy cuenta que estoy dando de manera virtuosa? Pues muy simple. El dar de esta manera, nos hace felices, nos da alegría. Es como pensar: que alegría siento al ver que pude dar esto que está a mi alcance para este ser que lo recibe y que para él es tan importante. ¡Qué alegría me produce su alegría!
Por el contrario, si no somos felices al dar, es un síntoma de que estamos con miedos y enfocados en el recibir. Nos damos cuenta de esto cuando nos hacemos la pregunta: ¿Qué sentí al dar? Y quizás la respuesta puede ser: sentí que la persona fue ingrata, no me dio ni las gracias (esperé la gratitud), o no me pagó lo suficiente; en fin, que “no recibí lo que yo esperaba”. Y si esperaba “recibir”, entonces mi foco de atención no estaba en el dar, sino en el recibir. Solo iba a ser feliz dando si además recibía aquello que esperaba, por tanto, no disfruté del acto de dar.
Y para saber si tuve un acto de dar virtuoso, puedo preguntarme luego de cada acción, palabra o pensamiento que di: ¿qué me hizo sentir? ¿me sentí feliz al hacerlo? ¿disfruté del acto? ¿sentí que no necesité nada a cambio? ¿que sólo la felicidad de ese acto fue justificativo de hacerlo? Si la respuesta es sí, ¡¡¡felicidades!!! Has hecho un acto de dar de manera virtuosa. Fue un dar que has disfrutado de manera desinteresada y por tanto fue un acto de amor. ¡Has aumentado enormemente tu haber cósmico! Pero lo más importante, es que ¡¡¡has sido feliz!!! al dar. Doble alegría: feliz en el presente y feliz en el futuro (que te depara como resultado de ese dar virtuoso).
Cuando descubrimos que somos felices al dar, en ese instante empieza a cambiar nuestra vida. Es más, quizás hayas estado en el “círculo vicioso del dar” que generalmente funciona de manera más miedosa, más mezquina, esperando siempre algo a cambio, pero cuando experimentas una primera acción desinteresada de dar, de dar virtuoso, puedes emocionarte, sentir algo fuerte en el corazón y hasta llorar por haber descubierto esta nueva forma de dar.
En la India es bastante común ver esto y ellos lo ven de la siguiente manera: “nuestra vida es un servicio para los demás”. Y podríamos pensar en nuestros términos: “nuestra vida es un constante dar al universo”. Aunque no queramos, aunque nos propusiéramos no dar nada a nadie, invito a la reflexión personal: ¿alguien puede estar en estado de “no hacer, no hablar y no pensar”? o sea, ¿en estado de “no dar nada al universo”?
En este momento ya nos habremos dado cuenta que nuestra vida es un “dar continuo de pensamientos, palabras y acciones”, solo que no lo habíamos visto antes de ese modo, y quizás al pensar en “dar”, solo imaginábamos “acciones” como dar limosnas o regalar cosas materiales sin siquiera observar la intención. Solo debemos cambiar el viejo enfoque que teníamos centrado en el recibir y pasarlo a otro centrado en disfrutar lo que estamos dando, ya que además no nos queda otra opción si queremos ser felices. ¿Quieren ejemplos? Digo solo algunos, el resto se les ocurrirá a ustedes. Me propongo disfrutar cuando me lavo la cara y los dientes por la mañana o cuando me peino. Me estoy dando higiene a mí mismo, y por tanto, al universo, y ¡disfruto al hacerlo! Lo hago contento. ¡Qué hermoso es asearme y cuidarme! ¡Qué alegría!
Si trabajo de mañana y tengo que pagar para desplazarme, pago disfrutando, sabiendo que estoy dando dinero a alguien (a un taxista o a quién carga combustible a nuestro medio de transporte) y ese dinero, le permite vivir. No le estoy dando dinero, le estoy dando una intención amorosa que dice: “me encanta colaborar en tu sustentamiento y el de tu familia, lo hago con mucha satisfacción”. Es imposible no sonreír cuando se siente esa satisfacción desde el corazón, y por supuesto, le regalo esa sonrisa también.
En mi trabajo, disfruto al trabajar, y ¿cómo lo hago?, como los hindúes, sabiendo que lo que yo hago (ya sea barrer la oficina, cocinar, limpiar, organizar papeles, dirigir una empresa o a un equipo de personas,...), es “sumamente necesario” y contribuye a aliviarle problemas a otros. Todo trabajo es importante, ya que es necesario. No hay trabajo indigno o no importante. Cuando comprendo esto, disfruto de contribuir a aliviarles los problemas a los demás a través de mi trabajo. Cuando compro cosas con dinero, disfruto de “fomentar” que las personas vivan de su trabajo. Si es una empresa, de contribuir a que favorezca el empleo de muchas familias. Si es una persona individual, de contribuir a su sustentamiento y al de su familia. En ese momento que estoy dándole el pago en dinero, lo miro a los ojos con mucha satisfacción, sabiendo que soy uno de los que le permite sustentarse materialmente en este mundo. Es muy gratificante pagar con dinero de esta forma. ¿Lo sintieron alguna vez? ¿Sintieron la alegría de pagar sabiendo que están contribuyendo al sustentamiento de ese ser humano?
Encontré en mi armario una prenda de vestir muy linda que nunca la he usado ni la pretendo usar, pero conozco un chico necesitado de la calle al que acostumbro a ver y es de mi misma talla. ¡Qué alegría al ver sus ojos cuando recibe su nueva prenda de vestir! No espero ni las gracias, ¡su mirada de amor es un regalo para mí! ¡Realmente, soy yo el agradecido!
Qué alegría es darle una contribución a ese chico que limpió el parabrisas de mi auto, que no sabe sustentarse de otra forma, y yo, con mi abundancia, tengo el privilegio de contribuir con su sustentamiento. ¡Qué alegría la de ver su rostro y mirarlo a los ojos en el momento de darle esa contribución!
En mi casa, con las personas que vivo, siento ganas de cocinar y agasajar a todos con una rica comida. Disfruto al lavar las verduras, picar la cebolla y hervir unas pastas. Seguramente me escucharán cantando o silbando. Mientras lo hago sé que estoy “dando” algo a otros y a mí mismo. Como no voy a disfrutar de cocinar sabiendo que gracias a que yo cociné en mi casa van a disfrutar de una deliciosa comida y, además, ¡la disfrutaré yo mismo! Disfruté del momento presente al cocinar, pero también disfruté al comer. Esa es una acción poderosa, desinteresada, cargada de amor, que el universo la premia de la misma manera. Y aparte, para mí ¡fue un momento de mucha felicidad!
Un amigo me llama llorando porque una persona muy querida de él ha fallecido y yo descubro que tengo el sábado libre para estar con él. ¡Qué alegría es poder darle ese abrazo y consuelo que tanto necesita en ese momento! ¡Qué gratificación su rostro y su sensación de calma al verme! Estoy yo agradecido de tener el honor de darle ese momento tan agradable que es en verdad mutuo.
Recuerdo que alguien de mi familia está muy enfermo y, en momentos de tranquilidad que me siento tan bien conmigo mismo y con la vida que llevo, puedo detenerme un rato y pensar en algo lindo para esa persona. Le envío un pensamiento amoroso con intención de ayudarle en su sanación. O desde mi religión, le hago una oración, o una meditación dirigida a él. Qué bien me hace sentir que desde la distancia lo estoy abrazando con mis pensamientos dándole una energía positiva para su vida.
Y cuántos ejemplos más podrían venir a nuestras mentes. Cada uno de nosotros, una vida distinta, un trabajo distinto, costumbres distintas, creencias distintas, pero todos tenemos algo en común: todos queremos estar en paz, ser felices y disfrutar del amor en nuestras vidas. En nuestro vivir, todos vivimos en estado de “dar”, sólo que muchos hasta ahora no comprendíamos porqué el universo no era generoso con nosotros. Era simplemente por nuestra ignorancia, estábamos dormidos, girando en una rueda, como un pequeño hámster en su rueda giratoria...
Me cuesta dar de manera desinteresada ¿cómo puedo hacerlo?
Primer paso: Abro los ojos y comprendo la Ley Cósmica.
El primer paso es “haberse dado cuenta de ello” y tener la “intención de salir” de la ignorancia. Este es un paso de sabiduría: reconocimos nuestra ignorancia respecto a la Ley Cósmica. No debemos sentir culpa, solo fuimos ignorantes, y por ello sufrimos con nuestra propia ignorancia, pero hoy algo cambió en nosotros. Ahora que salimos de la ignorancia podemos hacer algo: tener la intención de cambiar nuestra vida a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones, pero sobre todo, siendo conscientes del poder de nuestros pensamientos.
Recordemos que la Ley Cósmica de “dar = recibir” es matemática y al universo nada se le escapa en su contabilidad cósmica. O sea, no puedo disfrazar acciones y palabras con intenciones negativas para que parezcan amorosas. Ni tampoco puedo esconder mis pensamientos que no se han materializado en acciones y palabras mías. Todo esto tiene un resultado cósmico para mi vida. Recordemos la frase: “Sonríe, Dios (o el universo) te está filmando”.
Para quien le gusta las matemáticas: Podemos crear unas equivalencias de conceptos: “pensamiento, palabra o acción = dar”, “dar = recibir”, “acción = reacción”, “lo que uno siembra = lo que uno cosecha”, entonces “reacción = recibir = lo que uno cosecha”. Finalmente las ecuaciones serían: “acción (de newton)= dar (pensamientos, acciones o palabras) = lo que uno siembra= debe cósmico” es el primer lado de la igualdad; y por el otro lado tenemos “ el recibir (haber cósmico) = karma (budista) = reacción (newton) = lo que uno cosecha”. De alguna de estas maneras, o de todas, debo comprender la Ley Cósmica. Aunque lo más importante es la experimentación, sin ella, solo la comprenderemos de manera intelectual. Por ello, debemos dar el siguiente paso.
Segundo paso: Borrón y cuenta nueva.
Una vez que comprendimos esta ley, nos decidimos internamente a hacer un borrón y cuenta nueva. O sea, aceptamos los resultados buenos y malos de nuestro “dar” del pasado y empezamos “ahora mismo” a sembrar nuestro nuevo futuro, para nosotros y para los demás seres. Esto es algo que cuando empezamos a aplicar, nuestra vida empieza a cambiar en el mismo momento presente, sin enfocarnos en los resultados del futuro; eso ocurre cuando empezamos a disfrutar el proceso del “dar cósmico”.
Es importante en el “borrón” el hecho de “no quejarnos” ni “rechazar” los resultados desagradables del pasado, porque recordemos que si lo hacemos, estamos dando “un nuevo pensamiento negativo al universo” y seguiremos en una rueda que se retroalimenta a sí misma. Por ello es necesario el borrón.
Y “cuenta nueva”, son los nuevos pensamientos, palabras y acciones que cambiarán nuestra vida ahora mismo en el presente y, también, en el futuro. Ya no importa el pasado, solo importa el presente.
Tercer paso: Salgamos del círculo vicioso y entremos en el “círculo virtuoso”.
Generalmente la traba que tenemos para dar de manera desinteresada, es que nuestro foco de atención suele estar en “lo que vamos a recibir a cambio” (dinero, reconocimiento, etc.), en vez de solo disfrutarlo y nada más, sabiendo que el recibir es algo que escapa a nosotros. Si lo analizamos, nuestro foco de atención está exactamente en el lado contrario de la ecuación: en el recibir. Lo podemos ver hasta en acciones muy simples. Pensemos cuando damos una pequeña limosna a alguien en la calle, ¿lo hacemos disfrutando? ¿nos ofendemos si no nos lo agradecen? ¿lo hacemos solo cuando hay alguien cerca que puede vernos? Así comprenderemos uno de los tantos ejemplos de nuestros “dar enfocados en el recibir”.
Y ¿qué nos lleva a enfocarnos en el “recibir”? El miedo. Es miedo a la carencia, a no tener en el futuro. Cuando comprendemos la Ley Cósmica del dar y recibir, comprendemos que debemos dejar de preocuparnos por el “recibir”, ya que ello vendrá solo, según lo que el universo nos asigne. Nuestro foco debe estar solo en el “dar”. Para quien está con muchos miedos, cuesta que de un día para otro logre ver su vida de este modo y suelte esos miedos, pero seguro que si lo intenta poco a poco lo irá logrando; cada uno a su tiempo.
Alguno leerá el párrafo anterior y se asustará pensando: “esto me recuerda a la Madre Teresa y eso parece muy lejano para mí”. Y la respuesta sería: querer parecerse a la Madre Teresa de Calcuta es una meta interesante, aunque ambiciosa. Eso, realmente no se busca, sino que llega solo como parte de la evolución personal espiritual. Querer ser como ella, cuando recién estamos aprendiendo nuestros primeros pasos de “dar de manera desinteresada”, sería como quien no puede correr un km y pretende correr una maratón de 42 kms. Seguramente se frustraría bastante rápido y pensaría que no puede...
Debemos saber también que cuando nuestra vida se vuelva un constante “dar amor” incluso a seres desconocidos, es porque realmente hemos entrado en la verdadera abundancia cósmica, nos hemos convertido en “millonarios cósmicos”. Es matemático: si nuestro dar es abundante, desinteresado y amoroso, entonces, nuestro recibir también es abundante, desinteresado y amoroso, aunque no nos lo propongamos; todo ocurre debido a esa gran Ley Cósmica.
Entonces, para entrar en el “círculo virtuoso” debemos hacerlo aprendiendo a “dar disfrutando al dar”, que sería el “dar de manera virtuosa”. O sea, nos enfocamos solo en esa parte de la igualdad: “dar”. Y, a pesar de saber que el universo siempre nos va a premiar, “no enfocar nuestro dar en ello” porque caeríamos en lo mismo: “enfocarnos en el recibir” y por tanto volveríamos al círculo vicioso y seguiremos sintiendo miedo a la carencia. En vez de sentirnos abundantes y completos, seguiremos vacíos y carentes.
Suena redundante, pero esa frase encierra una gran verdad: “dar disfrutando al dar”. Es muy simple dar, para ello lo único que necesito es recordar lo abundante que soy y cuando se presenta una situación en la que puedo compartir mi abundancia, me engrandezco por tener el honor de hacerlo. Sin esperar nada a cambio, ni las gracias. No importa lo que di: desde un abrazo, una acción gentil, una sonrisa, unas palabras bondadosas, mi trabajo, dinero en pago por un trabajo de otra persona, dinero en donación o un simple pensamiento positivo. Todo lo que debemos hacer es dar, disfrutando del hecho de dar y sin pensar en el recibir.
La nueva economía consciente.
Vivimos en un mundo de materia, donde tenemos un cuerpo, vivimos en la tierra y nos alimentamos de ella. En fin, mientras estamos en este mundo de materia, necesitamos de la materia, es algo que todos sabemos como seres humanos.
Y en esa necesidad de la materia, nos vimos obligados a organizarnos en sociedades, organizamos la producción y distribución de lo que necesitábamos para vivir: alimentos, vestimenta, viviendas, etc. ¿Qué hicimos como civilización a lo largo de nuestra historia? “Organizar nuestra casa”. De ahí la palabra “economía” que viene del griego: “oikos nomos” que significa “organización de la casa”.
Pero algo nos ocurrió y perdimos el enfoque. Nos olvidamos de que éramos abundantes. Nuestra casa, nuestro planeta, es abundante. El universo es abundante. Somos seres abundantes. Pero nos perdimos en el miedo y toda nuestra vida se enfocó de esa manera. Cada ser humano del planeta está afectado por nuestro sistema económico y político basado en el miedo. Afortunadamente, tengo una buena noticia: podemos salir de la vibración del miedo y la carencia, siguiendo en el mismo lugar que estamos, sin necesidad de ninguna guerra contra ningún sistema, sin necesidad de discutir con nadie, de manera totalmente pacífica, siendo dueños de nuestra propia voluntad. Lo único que necesitamos hacer es conectarnos a la verdadera Economía Cósmica, una economía consciente, una forma de relacionarnos entre nosotros (seres humanos, animales, vegetales, minerales y otros seres) de manera amorosa y pacífica, siendo felices a cada instante de nuestras vidas. Esta es la verdadera revolución en nuestro planeta: una revolución silenciosa, de amor y paz en cada ser del planeta. Como dijo el Dalai Lama: “la paz no es un camino, es el único camino”.
A continuación vamos a analizar los distintos aspectos de nuestro sistema actual que pueden generarnos contradicciones en relación a nuestra esencia de amor y de paz, y paralelo a ello, conozcamos un poco sobre la sabiduría de nuestra Economía Cósmica, para darnos cuenta que “todo tiene solución”, son solo sugerencias, guías, pero luego cada uno podrá encontrar su propia manera de superar sus contradicciones provenientes de la vida material.
¿El dinero es malo?
Nada es bueno ni malo en verdad. La bondad o la maldad son la intención con que impregnamos nuestro continuo “dar”. Cuando somos inconscientes y tenemos miedo a la carencia, impregnamos nuestros actos de ese miedo. Somos más mezquinos, no a propósito, sino por nuestro propio miedo. Entonces el dinero no es malo. El dinero es solo un elemento de nuestra “organización de la casa actual”, una moneda o papel que decidimos aceptar para intercambiarlo por bienes o servicios, nada más. El significado y la importancia de ese dinero en nuestras vidas será de nuestra exclusiva responsabilidad.
El dinero entra en nuestras vidas y se va. Pasa por muchas manos. Pasa con muchas intenciones, generalmente de miedo a la carencia. Y en algún momento llega a nosotros para que se lo demos a otras personas, también con otra intención. Por tanto, tenemos los dos grandes momentos en relación con el dinero: cuando lo recibimos y cuando lo damos.
Cuando lo recibimos, podemos ver de quien viene y sentir su intención. Si no es amorosa, podremos limpiarlo con una nueva intención, solo tocándolo y deseando que a partir de ahora solo tenga impregnado intenciones positivas y beneficie a todos los futuros seres que lo reciban. Recordemos que el dinero viene y luego se va, su función es el intercambio. No vale por sí mismo, sino por las cosas que con él se adquiere.
Cuando lo damos, ya sea en pago de algo que hemos comprado o en donación, lo daremos con una intención virtuosa, entonces estaremos haciendo nuestro acto de “dar virtuoso” y seremos felices en ese instante, sin preocuparnos por nuestro merecido haber cósmico que estará esperándonos para darnos felicidad en nuestro futuro, además.
¿Cómo puedo sentirme bien en un mundo que se maneja con dinero y con miedos?
1)Saliendo del sistema económico actual:
Siempre es una opción salir del sistema monetario y generarse una economía de “auto-abastecimiento”, donde uno pueda fabricar su propia ropa, su alimento, su vivienda y no tener que relacionarse a través del dinero con nadie. También podemos pensar en vivir en un monasterio donde no toquemos el dinero, solo dedicando nuestra vida a la espiritualidad, o sea, a dar pensamientos, palabras y acciones positivas al mundo para ayudar al resto de los seres humanos a salir del sufrimiento, lo cual también es muy necesario. Y es una de las ayudas más poderosas que podríamos brindar a la humanidad. Pero en verdad, todos podemos ayudar, aunque no salgamos del sistema, desde donde estemos, solo cambiando el enfoque de nuestro “dar”.
La manera en que se organiza el universo para que todos los seres se relacionen entre sí, es a través de una gran “Ley Cósmica” que regula todo lo que recibimos en nuestra vida. Es la “justicia divina” que muchas religiones nombran, que hace que recibamos todo lo que nos merecemos. Así como se entiende en el capitalismo que el mercado regula los precios y la producción, a nivel cósmico, existe una ley que regula todo lo que recibimos en nuestras vidas, más allá de los simples bienes materiales y el dinero. El tema es que, a su vez, lo que recibimos solo en concepto de bienes materiales y dinero (como parte de todo lo que recibimos en nuestra vida), no es una excepción a esta gran organización cósmica, pues todo obedece a una misma ley y todo tiene una causa, nada es por casualidad. Lo interesante es que, queramos o no, todos formamos parte de esa gran Economía Cósmica, nadie puede salir de ella, y por ignorancia de su funcionamiento caemos en una vida de carencias y sufrimientos totalmente evitables, aunque también, muy útiles para nuestro aprendizaje.
Ley cósmica: Dar = Recibir
Es la ley que hace que todos obtengan lo que se merecen. Es la famosa frase: “uno cosecha lo que siembra”. Es por ello que muchas religiones aceptan la frase “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Aquí descubrimos que la ley de la física de “acción y reacción” que descubrió Newton es totalmente cierta y que va más allá del campo de las fuerzas de la física..
Pero para quienes no lo entiendan de esa manera, y necesiten una teoría, podríamos estudiar la siguiente igualdad matemática: Dar = recibir. Esa es la gran Ley Cósmica. Cuando alguien “da”, en el universo se genera un vacío que debe ser rellenado, entonces debe “recibir”, y ese mecanismo opera independientemente de que nosotros lo conozcamos o queramos intervenir. Es más, opera a cada minuto y segundo de nuestras vidas. Cada día que despertamos podemos sonreir y decir: ¿qué será lo que tiene el universo preparado hoy para mí?
Lo que recibimos: nuestro “haber cósmico”
Los orientales lo suelen llamar “karma”, palabra que significa “acción”, y representa a todo lo que nos corresponde como resultado de nuestras “acciones”. En términos simples, es nuestro haber cósmico. Es decir, lo que recibimos constantemente día a día en nuestras vidas no es más que el resultado matemático de esa ley: “dar = recibir”.
A veces nos quejamos porque no nos gusta lo que recibimos de la vida. Estamos disconformes con el trato de otras personas hacia nosotros, con alguna enfermedad que nos ha tocado vivir, con alguna situación difícil que debemos afrontar, con el desempleo no deseado o el salario insuficiente que obtenemos por nuestro trabajo, con el escaso amor y comprensión que recibimos de otros, etc. Lo que sucede a fin de cuentas es que “ignoramos” que todo ello es el resultado de lo que “nosotros mismos hemos generado”. Somos responsables al 100% de lo que nos ocurre en la vida y esto, lejos de desanimarnos, es una gran noticia, pues con el conocimiento necesario y la intención apropiada podemos tomar las riendas de nuestra vida para dirigirla hacia dónde queramos.
Todas las cosas buenas y malas que nos pasan, el trato que recibimos de los demás, el amor que recibimos, los bienes materiales y comodidades, son todos resultado exclusivamente de lo que nosotros “dimos en el pasado” al universo. O de nuestras “acciones del pasado” como dicen los orientales en su concepción del karma.
Reflexión personal: Esta situación que rechazo, ¿ocurrió por casualidad? ¿Puedo encontrar su raíz en alguna acción mía del pasado? O bien, esta situación que me gusta, ¿ocurrió por casualidad? ¿o soy yo mismo el responsable de ella? Nosotros mismos podemos comprender la Ley Cósmica con el solo hecho de observar nuestro pasado y nuestro presente, solo debemos observar.
¿Qué es dar?
El “dar”, es el primer lado de la igualdad matemática. El “dar” es lo que los orientales llaman “acción”. Son todas las acciones que controlamos nosotros y “damos” al universo, dirigiéndolas a cualquiera de los seres que lo integran, incluso a nosotros mismos.
El “dar”, matemáticamente va agrandando nuestro haber cósmico. En la “contabilidad cósmica” que todo lo registra y nada se escapa, cada cosa que damos, se encuentra del lado del debe. De esa manera, también aumenta nuestro “haber cósmico”, que es lo que el universo tiene para darnos como resultado de nuestros pensamientos, palabras y acciones que damos. Podríamos decir que Fray Luca Paccioli descubrió en la contabilidad comercial y la partida doble algo que en verdad existe a nivel cósmico.
¿Cuáles son las formas en que damos al universo?
Los orientales, al concebir el karma, hablan de “acciones” que damos y que son de tres tipos (mentales, verbales y físicas). Podemos simplificar que cuando damos algo al universo (a una persona, a la naturaleza o a nosotros mismos) puede ser alguna de estas tres cosas:
· Pensamientos
· Palabras
· Acciones
Todas tienen un resultado equivalente de retorno para nosotros. Pero como podemos apreciar, detrás de toda palabra y de toda acción, existe primero “un pensamiento”, y muy importante de destacar, “con una intención de quién lo crea”. Por tanto, otra manera de ver lo que damos es que, siempre damos “intenciones” y “pensamientos”. A veces materializados en palabras o acciones y a veces no materializados, quedando como simples pensamientos. Y lo que el universo realmente toma en cuenta es eso: “la intención del pensamiento” más que la “cáscara que vemos” que es la palabra y la acción.
Observemos nuestras últimas palabras y acciones del día: ¿de qué intenciones estuvieron impregnadas?, ¿qué resultados produjeron? Puedo hacer el siguiente experimento: hacer una “misma acción” pero con diferentes intenciones, como por ejemplo, darle un abrazo a alguien sintiendo (con la intención) que la queremos mucho, y luego, dar un abrazo a otra persona sintiendo que la despreciamos, pero deseamos que piense que la queremos… ¿qué conclusiones saco? Cuando probamos estos experimentos, nos volvemos verdaderos científicos de nosotros mismos, al igual que hacía uno de los mayores científicos de sí mismo que ha tenido la humanidad: el buda.
Un “dar invisible”, pero poderoso.
Además, a veces podemos no dar algo visible o apreciable como son las palabras y las acciones, y sin embargo podemos estar dando algo más poderoso: pensamientos. Si simplemente damos “pensamientos amorosos”, esto constituye la forma más poderosa de dar que tenemos como seres humanos. Además es el embrión de toda futura “palabra o acción amorosa”.
Algunos ejemplos podrían ser: cuando vemos un niño pidiendo monedas en la calle y en vez de juzgarlo, solo lo miramos con amor y le “deseamos” lo mejor para su vida. O podemos hacer una “meditación”, visualizando que damos amor a algún ser humano (o a toda la humanidad) que lo necesita, o salud, o fuerza para que resuelva su difícil situación, o bien enviamos luz y amor al planeta entero. Otros lo podemos hacer desde “la oración”, no importa la religión o la creencia, solo importa los pensamientos amorosos que damos al universo. Podemos tener diferentes religiones o no tener ninguna, ser ateos o agnósticos, creer en muchas o pocas cosas, pero hay algo que ningún ser humano desconoce: ¡¡¡el poder del amor!!!
Y todo ello es un “dar extremadamente poderoso” que el universo retribuye de manera muy generosa. Pero no tenemos que pensar en la retribución para no teñir nuestra intención con algo menos elevado, sino solo disfrutar el dar pues lo demás ocurre solo.
El verdadero dar: “el dar virtuoso”
¿Cómo me doy cuenta que estoy dando de manera virtuosa? Pues muy simple. El dar de esta manera, nos hace felices, nos da alegría. Es como pensar: que alegría siento al ver que pude dar esto que está a mi alcance para este ser que lo recibe y que para él es tan importante. ¡Qué alegría me produce su alegría!
Por el contrario, si no somos felices al dar, es un síntoma de que estamos con miedos y enfocados en el recibir. Nos damos cuenta de esto cuando nos hacemos la pregunta: ¿Qué sentí al dar? Y quizás la respuesta puede ser: sentí que la persona fue ingrata, no me dio ni las gracias (esperé la gratitud), o no me pagó lo suficiente; en fin, que “no recibí lo que yo esperaba”. Y si esperaba “recibir”, entonces mi foco de atención no estaba en el dar, sino en el recibir. Solo iba a ser feliz dando si además recibía aquello que esperaba, por tanto, no disfruté del acto de dar.
Y para saber si tuve un acto de dar virtuoso, puedo preguntarme luego de cada acción, palabra o pensamiento que di: ¿qué me hizo sentir? ¿me sentí feliz al hacerlo? ¿disfruté del acto? ¿sentí que no necesité nada a cambio? ¿que sólo la felicidad de ese acto fue justificativo de hacerlo? Si la respuesta es sí, ¡¡¡felicidades!!! Has hecho un acto de dar de manera virtuosa. Fue un dar que has disfrutado de manera desinteresada y por tanto fue un acto de amor. ¡Has aumentado enormemente tu haber cósmico! Pero lo más importante, es que ¡¡¡has sido feliz!!! al dar. Doble alegría: feliz en el presente y feliz en el futuro (que te depara como resultado de ese dar virtuoso).
Cuando descubrimos que somos felices al dar, en ese instante empieza a cambiar nuestra vida. Es más, quizás hayas estado en el “círculo vicioso del dar” que generalmente funciona de manera más miedosa, más mezquina, esperando siempre algo a cambio, pero cuando experimentas una primera acción desinteresada de dar, de dar virtuoso, puedes emocionarte, sentir algo fuerte en el corazón y hasta llorar por haber descubierto esta nueva forma de dar.
En la India es bastante común ver esto y ellos lo ven de la siguiente manera: “nuestra vida es un servicio para los demás”. Y podríamos pensar en nuestros términos: “nuestra vida es un constante dar al universo”. Aunque no queramos, aunque nos propusiéramos no dar nada a nadie, invito a la reflexión personal: ¿alguien puede estar en estado de “no hacer, no hablar y no pensar”? o sea, ¿en estado de “no dar nada al universo”?
En este momento ya nos habremos dado cuenta que nuestra vida es un “dar continuo de pensamientos, palabras y acciones”, solo que no lo habíamos visto antes de ese modo, y quizás al pensar en “dar”, solo imaginábamos “acciones” como dar limosnas o regalar cosas materiales sin siquiera observar la intención. Solo debemos cambiar el viejo enfoque que teníamos centrado en el recibir y pasarlo a otro centrado en disfrutar lo que estamos dando, ya que además no nos queda otra opción si queremos ser felices. ¿Quieren ejemplos? Digo solo algunos, el resto se les ocurrirá a ustedes. Me propongo disfrutar cuando me lavo la cara y los dientes por la mañana o cuando me peino. Me estoy dando higiene a mí mismo, y por tanto, al universo, y ¡disfruto al hacerlo! Lo hago contento. ¡Qué hermoso es asearme y cuidarme! ¡Qué alegría!
Si trabajo de mañana y tengo que pagar para desplazarme, pago disfrutando, sabiendo que estoy dando dinero a alguien (a un taxista o a quién carga combustible a nuestro medio de transporte) y ese dinero, le permite vivir. No le estoy dando dinero, le estoy dando una intención amorosa que dice: “me encanta colaborar en tu sustentamiento y el de tu familia, lo hago con mucha satisfacción”. Es imposible no sonreír cuando se siente esa satisfacción desde el corazón, y por supuesto, le regalo esa sonrisa también.
En mi trabajo, disfruto al trabajar, y ¿cómo lo hago?, como los hindúes, sabiendo que lo que yo hago (ya sea barrer la oficina, cocinar, limpiar, organizar papeles, dirigir una empresa o a un equipo de personas,...), es “sumamente necesario” y contribuye a aliviarle problemas a otros. Todo trabajo es importante, ya que es necesario. No hay trabajo indigno o no importante. Cuando comprendo esto, disfruto de contribuir a aliviarles los problemas a los demás a través de mi trabajo. Cuando compro cosas con dinero, disfruto de “fomentar” que las personas vivan de su trabajo. Si es una empresa, de contribuir a que favorezca el empleo de muchas familias. Si es una persona individual, de contribuir a su sustentamiento y al de su familia. En ese momento que estoy dándole el pago en dinero, lo miro a los ojos con mucha satisfacción, sabiendo que soy uno de los que le permite sustentarse materialmente en este mundo. Es muy gratificante pagar con dinero de esta forma. ¿Lo sintieron alguna vez? ¿Sintieron la alegría de pagar sabiendo que están contribuyendo al sustentamiento de ese ser humano?
Encontré en mi armario una prenda de vestir muy linda que nunca la he usado ni la pretendo usar, pero conozco un chico necesitado de la calle al que acostumbro a ver y es de mi misma talla. ¡Qué alegría al ver sus ojos cuando recibe su nueva prenda de vestir! No espero ni las gracias, ¡su mirada de amor es un regalo para mí! ¡Realmente, soy yo el agradecido!
Qué alegría es darle una contribución a ese chico que limpió el parabrisas de mi auto, que no sabe sustentarse de otra forma, y yo, con mi abundancia, tengo el privilegio de contribuir con su sustentamiento. ¡Qué alegría la de ver su rostro y mirarlo a los ojos en el momento de darle esa contribución!
En mi casa, con las personas que vivo, siento ganas de cocinar y agasajar a todos con una rica comida. Disfruto al lavar las verduras, picar la cebolla y hervir unas pastas. Seguramente me escucharán cantando o silbando. Mientras lo hago sé que estoy “dando” algo a otros y a mí mismo. Como no voy a disfrutar de cocinar sabiendo que gracias a que yo cociné en mi casa van a disfrutar de una deliciosa comida y, además, ¡la disfrutaré yo mismo! Disfruté del momento presente al cocinar, pero también disfruté al comer. Esa es una acción poderosa, desinteresada, cargada de amor, que el universo la premia de la misma manera. Y aparte, para mí ¡fue un momento de mucha felicidad!
Un amigo me llama llorando porque una persona muy querida de él ha fallecido y yo descubro que tengo el sábado libre para estar con él. ¡Qué alegría es poder darle ese abrazo y consuelo que tanto necesita en ese momento! ¡Qué gratificación su rostro y su sensación de calma al verme! Estoy yo agradecido de tener el honor de darle ese momento tan agradable que es en verdad mutuo.
Recuerdo que alguien de mi familia está muy enfermo y, en momentos de tranquilidad que me siento tan bien conmigo mismo y con la vida que llevo, puedo detenerme un rato y pensar en algo lindo para esa persona. Le envío un pensamiento amoroso con intención de ayudarle en su sanación. O desde mi religión, le hago una oración, o una meditación dirigida a él. Qué bien me hace sentir que desde la distancia lo estoy abrazando con mis pensamientos dándole una energía positiva para su vida.
Y cuántos ejemplos más podrían venir a nuestras mentes. Cada uno de nosotros, una vida distinta, un trabajo distinto, costumbres distintas, creencias distintas, pero todos tenemos algo en común: todos queremos estar en paz, ser felices y disfrutar del amor en nuestras vidas. En nuestro vivir, todos vivimos en estado de “dar”, sólo que muchos hasta ahora no comprendíamos porqué el universo no era generoso con nosotros. Era simplemente por nuestra ignorancia, estábamos dormidos, girando en una rueda, como un pequeño hámster en su rueda giratoria...
Me cuesta dar de manera desinteresada ¿cómo puedo hacerlo?
Primer paso: Abro los ojos y comprendo la Ley Cósmica.
El primer paso es “haberse dado cuenta de ello” y tener la “intención de salir” de la ignorancia. Este es un paso de sabiduría: reconocimos nuestra ignorancia respecto a la Ley Cósmica. No debemos sentir culpa, solo fuimos ignorantes, y por ello sufrimos con nuestra propia ignorancia, pero hoy algo cambió en nosotros. Ahora que salimos de la ignorancia podemos hacer algo: tener la intención de cambiar nuestra vida a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones, pero sobre todo, siendo conscientes del poder de nuestros pensamientos.
Recordemos que la Ley Cósmica de “dar = recibir” es matemática y al universo nada se le escapa en su contabilidad cósmica. O sea, no puedo disfrazar acciones y palabras con intenciones negativas para que parezcan amorosas. Ni tampoco puedo esconder mis pensamientos que no se han materializado en acciones y palabras mías. Todo esto tiene un resultado cósmico para mi vida. Recordemos la frase: “Sonríe, Dios (o el universo) te está filmando”.
Para quien le gusta las matemáticas: Podemos crear unas equivalencias de conceptos: “pensamiento, palabra o acción = dar”, “dar = recibir”, “acción = reacción”, “lo que uno siembra = lo que uno cosecha”, entonces “reacción = recibir = lo que uno cosecha”. Finalmente las ecuaciones serían: “acción (de newton)= dar (pensamientos, acciones o palabras) = lo que uno siembra= debe cósmico” es el primer lado de la igualdad; y por el otro lado tenemos “ el recibir (haber cósmico) = karma (budista) = reacción (newton) = lo que uno cosecha”. De alguna de estas maneras, o de todas, debo comprender la Ley Cósmica. Aunque lo más importante es la experimentación, sin ella, solo la comprenderemos de manera intelectual. Por ello, debemos dar el siguiente paso.
Segundo paso: Borrón y cuenta nueva.
Una vez que comprendimos esta ley, nos decidimos internamente a hacer un borrón y cuenta nueva. O sea, aceptamos los resultados buenos y malos de nuestro “dar” del pasado y empezamos “ahora mismo” a sembrar nuestro nuevo futuro, para nosotros y para los demás seres. Esto es algo que cuando empezamos a aplicar, nuestra vida empieza a cambiar en el mismo momento presente, sin enfocarnos en los resultados del futuro; eso ocurre cuando empezamos a disfrutar el proceso del “dar cósmico”.
Es importante en el “borrón” el hecho de “no quejarnos” ni “rechazar” los resultados desagradables del pasado, porque recordemos que si lo hacemos, estamos dando “un nuevo pensamiento negativo al universo” y seguiremos en una rueda que se retroalimenta a sí misma. Por ello es necesario el borrón.
Y “cuenta nueva”, son los nuevos pensamientos, palabras y acciones que cambiarán nuestra vida ahora mismo en el presente y, también, en el futuro. Ya no importa el pasado, solo importa el presente.
Tercer paso: Salgamos del círculo vicioso y entremos en el “círculo virtuoso”.
Generalmente la traba que tenemos para dar de manera desinteresada, es que nuestro foco de atención suele estar en “lo que vamos a recibir a cambio” (dinero, reconocimiento, etc.), en vez de solo disfrutarlo y nada más, sabiendo que el recibir es algo que escapa a nosotros. Si lo analizamos, nuestro foco de atención está exactamente en el lado contrario de la ecuación: en el recibir. Lo podemos ver hasta en acciones muy simples. Pensemos cuando damos una pequeña limosna a alguien en la calle, ¿lo hacemos disfrutando? ¿nos ofendemos si no nos lo agradecen? ¿lo hacemos solo cuando hay alguien cerca que puede vernos? Así comprenderemos uno de los tantos ejemplos de nuestros “dar enfocados en el recibir”.
Y ¿qué nos lleva a enfocarnos en el “recibir”? El miedo. Es miedo a la carencia, a no tener en el futuro. Cuando comprendemos la Ley Cósmica del dar y recibir, comprendemos que debemos dejar de preocuparnos por el “recibir”, ya que ello vendrá solo, según lo que el universo nos asigne. Nuestro foco debe estar solo en el “dar”. Para quien está con muchos miedos, cuesta que de un día para otro logre ver su vida de este modo y suelte esos miedos, pero seguro que si lo intenta poco a poco lo irá logrando; cada uno a su tiempo.
Alguno leerá el párrafo anterior y se asustará pensando: “esto me recuerda a la Madre Teresa y eso parece muy lejano para mí”. Y la respuesta sería: querer parecerse a la Madre Teresa de Calcuta es una meta interesante, aunque ambiciosa. Eso, realmente no se busca, sino que llega solo como parte de la evolución personal espiritual. Querer ser como ella, cuando recién estamos aprendiendo nuestros primeros pasos de “dar de manera desinteresada”, sería como quien no puede correr un km y pretende correr una maratón de 42 kms. Seguramente se frustraría bastante rápido y pensaría que no puede...
Debemos saber también que cuando nuestra vida se vuelva un constante “dar amor” incluso a seres desconocidos, es porque realmente hemos entrado en la verdadera abundancia cósmica, nos hemos convertido en “millonarios cósmicos”. Es matemático: si nuestro dar es abundante, desinteresado y amoroso, entonces, nuestro recibir también es abundante, desinteresado y amoroso, aunque no nos lo propongamos; todo ocurre debido a esa gran Ley Cósmica.
Entonces, para entrar en el “círculo virtuoso” debemos hacerlo aprendiendo a “dar disfrutando al dar”, que sería el “dar de manera virtuosa”. O sea, nos enfocamos solo en esa parte de la igualdad: “dar”. Y, a pesar de saber que el universo siempre nos va a premiar, “no enfocar nuestro dar en ello” porque caeríamos en lo mismo: “enfocarnos en el recibir” y por tanto volveríamos al círculo vicioso y seguiremos sintiendo miedo a la carencia. En vez de sentirnos abundantes y completos, seguiremos vacíos y carentes.
Suena redundante, pero esa frase encierra una gran verdad: “dar disfrutando al dar”. Es muy simple dar, para ello lo único que necesito es recordar lo abundante que soy y cuando se presenta una situación en la que puedo compartir mi abundancia, me engrandezco por tener el honor de hacerlo. Sin esperar nada a cambio, ni las gracias. No importa lo que di: desde un abrazo, una acción gentil, una sonrisa, unas palabras bondadosas, mi trabajo, dinero en pago por un trabajo de otra persona, dinero en donación o un simple pensamiento positivo. Todo lo que debemos hacer es dar, disfrutando del hecho de dar y sin pensar en el recibir.
La nueva economía consciente.
Vivimos en un mundo de materia, donde tenemos un cuerpo, vivimos en la tierra y nos alimentamos de ella. En fin, mientras estamos en este mundo de materia, necesitamos de la materia, es algo que todos sabemos como seres humanos.
Y en esa necesidad de la materia, nos vimos obligados a organizarnos en sociedades, organizamos la producción y distribución de lo que necesitábamos para vivir: alimentos, vestimenta, viviendas, etc. ¿Qué hicimos como civilización a lo largo de nuestra historia? “Organizar nuestra casa”. De ahí la palabra “economía” que viene del griego: “oikos nomos” que significa “organización de la casa”.
Pero algo nos ocurrió y perdimos el enfoque. Nos olvidamos de que éramos abundantes. Nuestra casa, nuestro planeta, es abundante. El universo es abundante. Somos seres abundantes. Pero nos perdimos en el miedo y toda nuestra vida se enfocó de esa manera. Cada ser humano del planeta está afectado por nuestro sistema económico y político basado en el miedo. Afortunadamente, tengo una buena noticia: podemos salir de la vibración del miedo y la carencia, siguiendo en el mismo lugar que estamos, sin necesidad de ninguna guerra contra ningún sistema, sin necesidad de discutir con nadie, de manera totalmente pacífica, siendo dueños de nuestra propia voluntad. Lo único que necesitamos hacer es conectarnos a la verdadera Economía Cósmica, una economía consciente, una forma de relacionarnos entre nosotros (seres humanos, animales, vegetales, minerales y otros seres) de manera amorosa y pacífica, siendo felices a cada instante de nuestras vidas. Esta es la verdadera revolución en nuestro planeta: una revolución silenciosa, de amor y paz en cada ser del planeta. Como dijo el Dalai Lama: “la paz no es un camino, es el único camino”.
A continuación vamos a analizar los distintos aspectos de nuestro sistema actual que pueden generarnos contradicciones en relación a nuestra esencia de amor y de paz, y paralelo a ello, conozcamos un poco sobre la sabiduría de nuestra Economía Cósmica, para darnos cuenta que “todo tiene solución”, son solo sugerencias, guías, pero luego cada uno podrá encontrar su propia manera de superar sus contradicciones provenientes de la vida material.
¿El dinero es malo?
Nada es bueno ni malo en verdad. La bondad o la maldad son la intención con que impregnamos nuestro continuo “dar”. Cuando somos inconscientes y tenemos miedo a la carencia, impregnamos nuestros actos de ese miedo. Somos más mezquinos, no a propósito, sino por nuestro propio miedo. Entonces el dinero no es malo. El dinero es solo un elemento de nuestra “organización de la casa actual”, una moneda o papel que decidimos aceptar para intercambiarlo por bienes o servicios, nada más. El significado y la importancia de ese dinero en nuestras vidas será de nuestra exclusiva responsabilidad.
El dinero entra en nuestras vidas y se va. Pasa por muchas manos. Pasa con muchas intenciones, generalmente de miedo a la carencia. Y en algún momento llega a nosotros para que se lo demos a otras personas, también con otra intención. Por tanto, tenemos los dos grandes momentos en relación con el dinero: cuando lo recibimos y cuando lo damos.
Cuando lo recibimos, podemos ver de quien viene y sentir su intención. Si no es amorosa, podremos limpiarlo con una nueva intención, solo tocándolo y deseando que a partir de ahora solo tenga impregnado intenciones positivas y beneficie a todos los futuros seres que lo reciban. Recordemos que el dinero viene y luego se va, su función es el intercambio. No vale por sí mismo, sino por las cosas que con él se adquiere.
Cuando lo damos, ya sea en pago de algo que hemos comprado o en donación, lo daremos con una intención virtuosa, entonces estaremos haciendo nuestro acto de “dar virtuoso” y seremos felices en ese instante, sin preocuparnos por nuestro merecido haber cósmico que estará esperándonos para darnos felicidad en nuestro futuro, además.
¿Cómo puedo sentirme bien en un mundo que se maneja con dinero y con miedos?
1)Saliendo del sistema económico actual:
Siempre es una opción salir del sistema monetario y generarse una economía de “auto-abastecimiento”, donde uno pueda fabricar su propia ropa, su alimento, su vivienda y no tener que relacionarse a través del dinero con nadie. También podemos pensar en vivir en un monasterio donde no toquemos el dinero, solo dedicando nuestra vida a la espiritualidad, o sea, a dar pensamientos, palabras y acciones positivas al mundo para ayudar al resto de los seres humanos a salir del sufrimiento, lo cual también es muy necesario. Y es una de las ayudas más poderosas que podríamos brindar a la humanidad. Pero en verdad, todos podemos ayudar, aunque no salgamos del sistema, desde donde estemos, solo cambiando el enfoque de nuestro “dar”.
2) Decidiendo permanecer en el sistema económico actual resolviendo las contradicciones:
En este sentido, podemos pensar que mientras aún persista el sistema económico que tenemos en el planeta, basado en el miedo, que se maneja con dinero, nosotros podemos insertarnos pero “bajo nuestros propios principios”, no bajo los principios del sistema. O sea, “como verdaderos integrantes de la Economía Cósmica”, mucho mayor que la pequeña economía capitalista terrestre.
En la producción: el trabajo que nos permite sustentarnos
Aquí pasaremos de ser meros trabajadores a ser verdaderos trabajadores cósmicos, donde dejaremos que fluya el amor en nosotros. ¿Y cómo lo lograremos? Como decíamos antes: disfrutando de “hacer lo que hacemos”, sabiendo que es una tarea muy importante para el resto de la sociedad (y para el universo).Y debemos recordar de no estar enfocados en nuestra retribución económica (el recibir) porque ello nos impediría disfrutar el dar.
Este constituye un cambio muy revolucionario y cada caso individual presenta sus particularidades y dificultades. Es importante no frustrarnos si no podemos lograrlo de un día para otro, lo importante es “tener la intención de lograrlo”. Esto es posible en todos los ámbitos de nuestra economía actual: desde el que actualmente es dueño de una empresa con empleados, como el que es empleado de una empresa, o trabaja para el estado, o es trabajador por cuenta propia. Todos pueden enfocar su trabajo como “un dar acciones que otros necesitan”. Sería bueno pensar lo siguiente: “ya que estoy trabajando, puedo hacerlo de la mejor manera y además disfrutándo”.
En este ámbito lo importante es ser pacientes y no olvidarnos que estamos funcionando dentro de una Economía Cósmica mucho mayor que la economía meramente terrestre y material. Debemos mantener nuestro enfoque en el “dar” y no perderlo al ver el miedo de las demás personas que siguen enfocadas en el “recibir”. De ese modo, nosotros también seremos el ejemplo de que una economía mejor es posible, sin ninguna revolución con armas, simplemente mediante una revolución interior, basada en la paz y el amor.
La contradicción de quienes son empleados
Lamentablemente, sabemos que cualquier persona que trabaje como empleado de cualquier empresa, no recibe el total del valor de su trabajo, por el simple hecho de que existe “la ganancia del empresario”. Ni tampoco es dueño de su tiempo, al no tener la opción de no ir a trabajar un día que se sienta sin energías o sin ganas, ni de establecer sus vacaciones con total flexibilidad, etc. En fin, si todo esto no representa contradicciones a la persona, está bien que siga allí trabajando. Pero, si solo lo mantiene “el miedo a la carencia”, quizás sea el momento de iniciar cambios. Los cambios serán de acuerdo a la persona, desde renunciar y dedicarse a algún trabajo por cuenta propia, o formar parte de algún otro trabajo por cuenta ajena sostenible y solidario, o donde no existan dueños como por ejemplo un trabajo tipo cooperativa, etc.
De todos modos, no todos los trabajadores tendrán la misma manera de actuar para integrar la Economía Cósmica. A pesar de que el sistema económico capitalista es explotador, en el sentido de “extraer” al trabajador parte del valor de su trabajo transformándolo en ganancias del empresario, también existen empresas que son muy justas y muy flexibles, conocedoras de la realidad del mercado capitalista. Empresas con departamentos de recursos humanos muy desarrollados, que dan más flexibilidad de horarios a sus empleados, más servicios, mejores tratos, salarios justos, más democráticas,…
La contradicción de quienes son empleadores.
Este quizás sea uno de los casos más difíciles. Quien es empleador, es decir, quien es empresario y da trabajo a muchas personas, por lo general vive en un cúmulo de problemas que ello genera. La gran mayoría de los problemas derivan de su “dar enfocado en el recibir” (paga a los empleados o les da condiciones de trabajo a cambio de que produzcan mucho), generando esto en muchas ocasiones su propia desconfianza hacia ellos o la falta de estima de los trabajadores hacia él. En fin, generando al fin y al cabo un clima de trabajo en desarmonía, de no-paz y de no-amor.
Este caso particular, en el que el empresario se ha dado cuenta de que “extrae el valor del trabajo de los demás” y que eso le genera contradicción en su vida, le hace comprender que “no está dando de manera virtuosa” y por ello desea salir de ese círculo vicioso que ya ha comprendido como funciona. Existen muchas soluciones. El primer paso es “querer cambiar”.
Para ello es necesario “no tener miedo”, no temer a lo desconocido, al futuro, al cambio. Debe tener mucha seguridad en sí mismo y en lo que busca: la paz y el amor en su empresa. Para ello debe recordar que somos seres abundantes, integrantes de la Economía Cósmica abundante, y que podemos proponernos un cambio radical. Los empresarios que decidan cambiar la realidad de sus empresas para que estén en sintonía con la Economía Cósmica, volviéndolas más democráticas, pacíficas y amorosas, serán grandes ejemplos a seguir por muchos. Siempre existirán pioneros de este tipo de cambios a quienes les podremos consultar sobre sus experiencias. El termómetro para medir esos cambios será infalible: “la nueva vibración o armonía que existirá en esos lugares de trabajo”; con solo ir a conocerlos, nos daremos cuenta de ello.
Por todo ello, hay una buena noticia para el empresario que tenga alguna contradicción interna y no lo deje dormir: “calma, todo tiene solución”. Si usted está leyendo esto, es porque ya ha entrado en un sendero de evolución hacia la nueva economía. Las respuestas, finalmente serán encontradas por usted mismo, pero puedo sugerirle a modo de ejemplo los siguientes:
Hablar de manera sincera con todos sus empleados, haciéndolos partícipes de toda la empresa, iniciando un proceso de cambios graduales donde todos puedan opinar, estando dispuesto a abrir un debate participativo, convirtiendo la empresa en relación a las decisiones más importantes que afecten a los trabajadores en una verdadera democracia, donde entre todos (empresario y trabajadores) decidir también la remuneración de cada integrante. Esto podría parecer muy difícil de realizar al principio, pero una vez iniciado el proceso evolutivo de cambios graduales, todo irá rodando por sí solo.
Otra solución podría ser convertir su empresa en una organización solidaria, como una cooperativa. Donde se implanten leyes internas que contemplen mecanismos de decisión democrática, transformándola en una organización donde nadie es dueño y todos son socios, siendo el empresario el coordinador y portavoz de la misma.
Si no se siente preparado para comandar esta nueva forma de organización democrática y esto le va a generar más desarmonía en su vida, puede “pasar la pelota a otro” traspasando la empresa y esperando que otro pueda resolver esa contradicción. No importa que le paguen menos de lo que vale su empresa, ya que lo importante es poder llegar a ser el dueño de su tiempo completo para disfrutar de su vida plenamente en la nueva sintonía que está comenzando a vibrar la humanidad: la paz y el amor.
Finalmente, mi mensaje para usted es: “se puede”, no tema. Usted quiere entrar en la nueva vibración de la paz y el amor, y puede hacerlo ¡ahora mismo! En esta transición hacia la nueva humanidad (que ya existe actualmente en el todo el planeta), otros seguirán viviendo aún con los viejos patrones y seguirán siendo víctimas de su propio “dar vicioso”, pero ello no debe frenar su decisión firme de conectarse a la Economía Cósmica, relacionándose en armonía con todos los seres que le rodean. Lo importante es que ante lo desconocido, “no temer”, tener en claro el objetivo de querer entrar en la nueva vibración, sin dar excesiva importancia al “cómo”.
¿Cómo establezco el precio de mi trabajo?
Esta es una gran inquietud de muchos, seguramente de quienes el dinero les genera gran contradicción en sus vidas, ¿no es cierto? Yo diría que es una de las preguntas del millón. ¿Por qué? Porque al poner un precio a nuestro trabajo al final caemos en la cuenta de que “en verdad algo nos interesa del recibir” y de ese modo nos alejamos del enfoque en el “dar”. Es allí donde se genera la contradicción. Sentimos algo de miedo por si es poco lo que vamos a recibir, tenemos miedo de que “no sea suficiente”, entonces queremos asegurarnos un “mínimo” y eso lo hacemos fijando un precio a nuestro trabajo.
Una enseñanza que dejó el buda tiene que ver con nuestras acciones, en definitiva, con nuestro dar: “palabra recta, acciones rectas y recto sustentamiento”. El dice que debemos vivir de la caridad, esto quiere decir, “de lo que los demás voluntariamente quieran darnos”.
Ahora podemos repasar un poco. Recordemos siempre lo más importante en nuestros actos: “la intención”. Esa es la gran sabiduría que no debemos olvidar para ser seres felices y abundantes, nuestro dar depende de ella. Cuando tengamos alguna duda de la rectitud de cualquier cosa que hagamos, observemos sólo la intención, y la respuesta aparecerá en nosotros mismos. Dijo el Buda también: “no necesitamos que nadie nos diga qué está bien y qué está mal, simplemente debemos saber que cualquier acción nuestra que perjudique o perturbe la paz o armonía de otros, es una acción pecaminosa y, por el contrario, cualquier acción que ayude a otros o contribuya a su paz y su armonía, es una acción virtuosa”.
Quizás la mejor manera de sentirnos bien y de quitarnos de encima la necesidad de establecer un precio y cobrar, sería tener una cajita de colaboraciones voluntarias, donde quien quiera pagarnos por nuestro trabajo lo haga de manera voluntaria y con amor. De esa manera la contradicción en nosotros no existirá. Esa cajita podría contener una leyenda explicando su función o lo que sintamos escribir para que el “comprador o colaborador consciente” contribuya. Para quienes no sientan hacerlo de esa manera, podrían experimentar poniendo “precios conscientes”, es decir, poniendo un precio transparente, donde el que compra pueda conocer el costo y elegir el precio a pagar, a su discreción, en función de sumarle un adicional al costo. Y contemplando también que si alguien llegara a necesitar el producto y no puede pagar ni siquiera su costo, podríamos vendérselo por debajo del mismo o incluso regalárselo, ya que nuestra intención es “dar nuestro trabajo de manera virtuosa”. En este caso podrían aparecer muchos que nos paguen mucho, otros que nos paguen poco y otros a quienes les regalemos el producto. Pero nosotros solo debemos pensar en “dar nuestro trabajo”, el recibir no lo manejamos nosotros.
En fin, la contradicción de “establecer un precio y cobrar” se irá resolviendo de manera “evolutiva” y cada uno irá encontrando su manera. Las que nombré son grandes ejemplos, pero existen muchos intermedios que cada cual los irá encontrando para no enfocar su trabajo en el recibir. Lo que de verdad importa no es cuánto nos pagarán por nuestro trabajo, pues ello nos haría perder el objetivo de “disfrutar el hacer nuestro trabajo de manera desinteresada”, más bien sería recordar el hecho de que lo que recibamos es el universo quién nos lo asigna.
En el consumo: al comprar los bienes y servicios para nuestra vida.
Aquí hay dos grandes sabidurías que comprender.
1)¿Qué necesitamos realmente para vivir?
Primero la auto-observación personal de las necesidades. Es un proceso que lleva un tiempo de maduración diferente en cada uno, pero debe ser realizado. Cada cosa que “sentimos que necesitamos” debe ser sometida al siguiente análisis: “¿realmente necesito esto? ¿para qué lo necesito? ¿puedo prescindir de ello?” Nosotros mismos al hacernos estas preguntas descubriremos nuestras verdaderas necesidades.
Es importante no comprar basados en el miedo, por ejemplo: el creer que necesitamos una vestimenta de una marca prestigiosa solo para sentirnos más importantes ante los demás, eso habla de nuestro miedo a no ser aceptado por los otros. Quizás cuando soltemos ese miedo, ya no necesitemos comprar cosas por ese motivo. Y así muchos ejemplos de muchas cosas que creíamos que necesitábamos y en verdad nos damos cuenta que no las necesitamos. Pensemos además que “cuantas más cosas creamos que necesitamos, pues más dinero necesitaremos para comprarlas y finalmente más deberemos trabajar para ello”, o sea, seremos más esclavos aún del sistema de producción material. Está en cada uno de nosotros el ir encontrando ese punto de equilibrio personal.
2)Nos volvemos consumidores conscientes, consumidores con amor:
Al comprar.
¿Nos hemos puesto a pensar alguna vez que nosotros al comprar cosas somos los que generamos toda la producción? Si decidimos dejar de comprar algún bien, y muchos siguen la misma conducta, luego ese bien dejará de ser producido. Así funciona nuestro sistema de producción y consumo actual. Entonces, por ejemplo, quizás puedo estar comprando un calzado, que para ser producido, tuvo que ser bajo condiciones muy indignas para muchos seres humanos que lo han producido en algún lugar lejano del planeta, y todo para que yo lo pague más barato que otros calzados producidos de manera local con salarios justos, pero sobre todo, para que una o varias personas, dueños de una gran empresa, tengan mucho más dinero. Podemos también ver el caso de que un producto que yo compro, se produce contaminando el planeta, o bien, el caso de alimentos muy baratos a razón de tener elementos muy nocivos para nuestra salud. O puede ser que por pagar más barato el paquete de arroz, voy a un hipermercado que concentra las ganancias en una sola persona, en vez de ir a la tienda del barrio, que permite que una familia viva dignamente de ello. Y así sucesivamente…
Entonces debemos saber, que con nuestro acto de compra estamos diciendo: “yo estoy de acuerdo con esta forma de producción y por eso elijo comprar este bien o servicio”.
Al pagar.
Por otro lado, al pagar estamos haciendo nuestro acto de “dar”. Esa es una acción que tiene una intención, como todas. Y aquí es donde nos volvemos verdaderos consumidores cósmicos. ¿Cómo lo hacemos? Muy sencillo, al momento de hacer ese acto tan bello, contribuimos con esa persona que recibe el pago para su propio sustento, la miraremos a los ojos (seguramente estaremos sonrientes, si lo estamos disfrutando) y simplemente tendremos la siguiente intención: “deseo que con esta suma de dinero que te otorgo a cambio del bien o servicio que me has brindado, puedas vivir plenamente y feliz, porque tu felicidad contribuye también a mi felicidad”. ¡Cuantos más seres humanos felices existan, más feliz seré yo también!
Si estamos fuera del sistema: los desempleados.
Los desempleados debemos comprender que somos seres abundantes y debemos recordar que tenemos algo muy privilegiado que las personas que trabajan no tienen: la disponibilidad total de nuestro tiempo. Eso significa que podemos hacer lo que queramos. Sólo debemos ver qué es lo que nos hace más felices, haciendo todo aquello que esté a nuestro alcance y que además podamos dárselo a otros. Ese hacer puede tener que ver con alguna habilidad manual, con algo que podemos fabricar nosotros mismos, o con alguna capacidad que tengamos de ofrecer algún servicio de cualquier tipo.
Hoy en día, ya se puede ver cada vez más algo de lo que está de moda hablar: los “microemprendimientos”. Éstos no son más que el resultado de algunas personas que no tenían nada de dinero y querían vivir de algo en nuestra economía actual. De esa manera uno puede encontrar muchos artesanos hoy que exponen sus artesanías en ferias, personas que fabrican algo en su casa (comidas, vestimentas, …) y lo venden a otros, personas que hacen algún servicio para otros (doméstico, arreglar jardines, enseñar algo, …), quienes encuentran y desarrollan algún talento artístico que se atreven a expresar, además de otros posibles ejemplos.
Lo importante aquí es no perder de vista el enfoque de nuestro trabajo: “enfocarnos en dar de manera virtuosa”. Hacer nuestro trabajo con amor, sabiendo que otros lo valoran y/o lo necesitan. Las abuelas siempre fueron muy sabias en afirmar cual era el secreto de sus comidas: “las hacían con amor”.
Como todo esto que cuento es totalmente experimentable, aquí propongo un pequeño experimento para el lector:
1) Pruebe a cocinar algo apurado y con mal humor, no disfrutando del acto de cocinar. Si ya lo ha hecho esto antes, este experimento debe estar en su memoria. Lo interesante es responder a esta pregunta: ¿cuán rica ha salido la comida?
2) Ahora pruebe el caso contrario: cocine algo, no importa lo sencillo que sea, pero hágalo disfrutando de cada acto, siendo feliz. Por ejemplo: supongamos que haremos un arroz hervido con algunos condimentos y algo más, por nombrar alguna comida sencilla, pero puede ser cualquier otra comida dulce o salada. Lo importante es disfrutar cada acto, cuando hiervo el agua, cuando la remuevo con la cuchara, cuando pruebo el sabor y le agrego condimentos, cuando sirvo la comida en el plato, etc. Al final vuelvo a hacer la siguiente pregunta: ¿cuán deliciosa ha salido esta otra comida?
Si fuimos buenos científicos de nosotros mismos y probamos ambas experiencias, entonces habremos descubierto en cuál de los dos casos nos sentimos mejor. Entonces, habremos aprendido la manera de hacer el trabajo que deseamos hacer: ¡¡¡Disfrutándolo!!!
Si queremos ayudar a las personas sin ingreso de dinero, los llamados “excluídos del sistema”
La realidad actual es que existen personas que viven en la carencia extrema. Lamentablemente, ellas siguen regenerando su carencia por una sencilla razón: su ignorancia. Y lo hacen con un “dar carente”, un “dar enfocado en el recibir”, puesto que están con muchos miedos. Observaron mucha carencia en sus vidas y la siguen observando. Al observarla, la siguen pensando y reproduciendo en su futuro (recuerden que los pensamientos son parte de lo que damos al universo). ¡Pero sus vidas pueden cambiar! Ellos ignoran que son parte de una Economía Cósmica abundante, de que no necesitamos pedir permiso a nadie para integrarla y ser abundantes, está en nuestra propia naturaleza: ¡Nacemos con ese privilegio!
En principio nuestra forma de ayudarlas son varias, por nombrar algunas:
Dándoles una donación consciente: lo que queramos donarles (dinero, comida, vestimenta, etc), pero más importante que la donación, es la “intención”. Debe ser una acción de dar virtuosa, esto es, sin esperar las gracias. Sabremos que lo hemos logrado si nos sentimos felices simplemente al ver a la otra persona que recoge y recibe nuestra ayuda. Y en ese mismo momento, si logramos un dar virtuoso, quizás sintamos: “el universo es tan generoso conmigo, soy un ser tan abundante, que me siento privilegiado de poder compartir mi abundancia con este otro ser. ¡Qué felicidad es para mí satisfacer su necesidad! y ¡qué alegría en poder contribuir con su felicidad!”
Dándoles un pago consciente: en el caso de personas que intentan vender algo para salir de su situación de carencia, podemos hacerles un pago virtuoso. Recordemos que el pago de dinero, es un acto de dar como todos, lo importante es su intención. Entonces pensemos al pagar: “¡Qué alegría es poder contribuir con tu sustentamiento y permitir que salgas de la carencia, te entrego este dinero con mucha alegría!”.
Actos sin dinero: A veces estas personas se sienten excluidas, sienten que uno pasa y no las mira, nadie quiere conversar con ellas y nosotros somos seres abundantes, que podemos “darles un momento de felicidad”, podemos darles “palabras amorosas”, podemos conocer un poco de sus vidas y sentir la alegría de haberlos hecho sentir hermanos nuestros, iguales a nosotros. Este es un acto tanto o más poderoso que cualquier donación que les hagamos. ¿Alguien experimentó esto alguna vez?
Pensamientos positivos: Como decíamos antes, la ayuda más poderosa al final, es el pensamiento. Es lo que está detrás de todas nuestras acciones y palabras. Y aquí también, puede ser que no les demos ni digamos nada. Solo pensemos “algo lindo para ellos”. Los visualizamos “sonrientes, felices, saliendo de sus miedos, de sus carencias”. O hacemos una oración o meditación para ellos. De esta manera estamos dando una contribución muy positiva que se registra en el universo. Invito a experimentarlo.
Palabras de sabiduría: Una vez que nos volvemos “seres cósmicos conscientes”, que sabemos integrar esta Economía Cósmica de amor y que somos seres felices que viven siempre en la abundancia del universo, entonces ya estaremos en condiciones de transmitírselo también a ellos. Nuestras palabras saldrán solas y los ayudarán a salir de su ignorancia y del miedo a la carencia, para ser verdaderos seres cósmicos como nosotros. ¡Qué alegría tener un hermano más despierto! ¡¡¡Que inmensa alegría me da!!!
Y una buena noticia para quienes sienten pena al ver a las personas que vibran en el miedo. ¡Ustedes ya los están ayudando! ¿No se dieron cuenta? Lo único que necesitan ustedes.
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