El próximo día 21 de noviembre, a las 20 horas, nuestros amigos Emilio Carrillo y Manuel López Arrabal presentarán, en las instalaciones del Círculo Mercantil de la calle Sierpes de Sevilla, el libro digital "Glocalismo".
En glocalismo encontraremos las claves para alcanzar una vida sencilla que nos permita ser coherentes en nuestro despertar consciencial.
El pasado jueves, el Taller para la Vida Sencilla que coordina Manuel López dentro de las actividades del Círculo Sierpes, debatió uno de los temas que se recogen en el libro: "Así se vive sin comprar". Para que se hagan una idea de lo interesante que resulto la sesión, transcribo a continuación el texto que sirvió de base al trabajo del grupo.
El
consumismo amenaza el planeta, pero está en marcha la revolución de
quienes prefieren reciclar y compartir en lugar de ir de compras. Si el
consumismo es la actitud que sostiene una economía que se ha demostrado
ambientalmente insostenible, comprar menos o no comprar son las
estrategias más directas para que las cosas cambien de verdad. Así lo
entendieron, por ejemplo, un grupo de vecinos de San Francisco (Estados
Unidos) que desde el año 2006 se propusieron reducir sus compras al
mínimo posible. El grupo se bautizó como “The Compact” y ha alcanzado
relevancia mundial a través de internet. Actualmente son más de 10.000 compacteros afiliados en todo el mundo que intercambian entre sí ideas y experiencias relativas al no consumo. Muchos de ellos cuentan antes de su compromiso anticonsumista como se sorprendieron al comprobar lo poco que necesitaban muchas cosas que antes les parecían imprescindibles.
John
Perry, compactero que trabaja para una empresa de alta tecnología,
afirma: “Somos personas para quienes reciclar no es suficiente.
Intentamos salir de la cárcel del consumismo de productos de primera
mano porque la cultura del consumo está destruyendo el mundo. La única
manera de salir de la crisis ecológica y socioeconómica en la que nos
encontramos, es dejando de comprar”.
Mientras
las masas invaden los centros comerciales en su tiempo de ocio, los
compacteros se ocupan de otros menesteres. Visitan, personalmente o a
través de internet, las tiendas de segunda mano y los mercados de
intercambio. Cuando no encuentran lo que desean, recurren al resto de
miembros del grupo, encontrando en la gran mayoría de los casos lo que
buscan, y si no lo encuentran se replantean si realmente lo necesitan.
Los miembros del grupo The Compact procuran seguir al pie de la letra su Resolución de Año Nuevo,
una declaración de principios que guía hacia la salida de la “cárcel
consumista”. Sus objetivos son: contrarrestar los perjudiciales impactos
ambientales y socioeconómicos causados por la cultura consumista de
Estados Unidos, hacer frente y debilitar a las poderosas empresas
multinacionales y apoyar a las pequeñas empresas locales. Para ello,
además de reciclar y reducir los residuos generados en casa, hay que
simplificar la forma de vivir alejándose de la competitividad y de la
acumulación materialista. Las reglas que siguen los compacteros son:
- No comprar nada nuevo. Es la primera regla, estando solo permitido la adquisición de bienes de segunda mano, el intercambio o el préstamo. Esta norma esencial tiene sus excepciones: los alimentos, las bebidas, las medicinas, los productos de limpieza e higiene y la ropa interior.
- La contratación de servicios locales. Cuando sea necesario obtener los servicios de electricistas, fontaneros, mecánicos, veterinarios o limpieza doméstica, se acudirá siempre a los profesionales del entorno más cercano.
- Regalar artesanía o productos locales. Se procurará regalar objetos de elaboración propia o de artesanía local. También se permite regalar servicios personales, como por ejemplo un masaje, o bien regalar tiempo y dedicación para la realización de cualquier menester que precise el agasajado. Los productos de comercio justo son otra opción “legal”.
- Disfrutar del ocio y tiempo libre de forma respetuosa con el medio ambiente. Los materiales para las actividades artísticas como son la escultura, la cerámica o la pintura, se obtendrán directamente del reciclaje o del mercado de intercambio antes de comprarlos. Evidentemente, cada cual decide sobre su tiempo libre, optando preferentemente por actividades lúdicas de bajo impacto ambiental, como pueden ser: pasear a pie o en bici, organizar fiestas y reuniones en casas de amigos o lugares públicos cercanos, practicar deportes y viajar durante las vacaciones no muy lejos y, preferentemente, en medios de transportes públicos. En cuanto a la actualidad informativa y la cultura, no está permitida la suscripción a revistas o periódicos en papel, puesto que internet permite acceder a la mayoría de la información. Tampoco la compra de libros, música o películas de primera mano. Sí está permitido, sin embargo, la descarga de estas creaciones literarias y artísticas por internet.
La
idea de The Compact no es nueva, pues forma parte del ideario de casi
todos los movimientos socioculturales alternativos. Es un movimiento
reformista no revolucionario, no están en contra de la propiedad privada
y sus miembros creen en el poder de las decisiones individuales para
controlar la propia vida, al tiempo que sirven de referencia para
orientar a la sociedad hacia la sensatez del consumo responsable y el
desarrollo sostenible. Lo más llamativo de este movimiento, es el
importante número de personas de clase media y alta que siguen sus
directrices. Otra novedad es que se permite el acceso temporal al grupo a
modo de aventura, para volver más tarde al habitual estilo de vida
seguramente con hábitos más ecológicos. The Compact se abstiene de las
prácticas anticonsumistas más radicales, como las de algunos “okupas”
españoles que consumen la comida encontrada en los contenedores de
basura, sin ánimo de menospreciar y con todo mi respeto hacia ellos. Mas
bien, siento admiración por la valentía que demuestran algunas personas
que no se ponen ningún tipo de limitación, como por ejemplo Alicia
Martínez, una joven “okupa” de Barcelona, estudiante de Bellas Artes,
que se ha convertido en una erudita del reciclaje y del vivir sin
dinero. Es autora de la guía callejera de Barcelona “A pie de calle”,
única en su género, acerca de los recursos gratuitos de la capital
catalana. Cita los lugares donde se puede comer, conectarse a internet,
conseguir artículos como ropa, muebles y otros artículos, lugares para
vivir e intercambiar cosas y conocimientos, etc. Y todo ello gratis.
En sus propias palabras, “es una guía para vivir de otra manera,
rompiendo las cadenas del consumismo. Es una barbaridad comprar comida
para que sigan produciéndola a destajo y tirando gran cantidad de
excedentes a la basura. Cada día encuentro comida buenísima en los
contenedores de los supermercados”. Su máximo interés es ayudar a los
colectivos más desfavorecidos de la ciudad y colaborar en la creación de
un mundo más sostenible. Buscar comida en la basura puede resultar
indigno o penoso para una mente convencional, pero entre muchos
militantes alternativos es un comportamiento político y personal
totalmente coherente. Un estudio realizado en la Universidad de Arizona,
da la razón a Alicia: la mitad de los alimentos que se producen en
Estados Unidos acaban en la basura, lo que supone un despilfarro de
100.000 millones de dólares al año.
En
nuestra sociedad actual, los bienes de consumo son, principalmente,
símbolos que distinguen a sus propietarios y que transmiten una serie de
mensajes acerca del ideal de vida, del reclamo hacia el otro sexo o de
la posición social. Por tanto, el consumidor se va construyendo una
identidad mediante las cosas que compra, teniendo el acto de comprar
unas profundas implicaciones sociales, culturales e incluso,
espirituales. Si los poetas, moralistas y filósofos del siglo pasado se
preguntaban si se trabajaba para vivir o se vivía para trabajar,
actualmente se cuestionarían si se consume para vivir o se vive para
consumir.
Leer este artículo"así se vive sin comprar" detona en la consciencia una reflexión del sentido de vida: no es posible vivir sólo para comprar y no disfrutarla la vida misma. Las cosas no pueden ser más importantes que las personas y el resto de los seres vivos. Está reflexión nos mueve a cambiar nuestro "modus vivendi".
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