Comparto en esta entrada un texto de Emilio Carrillo, publicado recientemente en su blog El Cielo en la Tierra, que es una hermosa y lúcida reflexión que nos invita a vivir el aquí y ahora confiando plenamente en la providencia. Como dice Emilio, viviendo para vivir la decisión de ser Yo Soy en lugar de yo soy.
http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/
Nacer es “no-hacer”; Vivir es Vivir (“no-hacer”): Regreso al Paraíso.
La Humanidad
ha creído hasta el momento presente que se nace para hacer y que
“nacer” es sinónimo de “hacer”. Es un paradigma culturalmente muy
arraigado el considerar que venimos y estamos aquí, en esta vida y en
este mundo, para hacer cosas: lograr metas, alcanzar objetivos,
producir, construir lo que sea,… Y en ese hacer -ligado inevitablemente a
trabajos, empeños, esfuerzos, programaciones y controles- se busca la
“realización” personal (cada cual según su “yo y sus circunstancias”),
el sentido de la vida y hasta un sueño de porvenir colectivo en el marco
de la denominada civilización.
Pero, Aquí y Ahora, la Humanidad
vive de manera natural un Tiempo de Evolución. Así ya lo están
sintiendo y experienciando en primera persona numerosos seres humanos.
Por nuestra propia decisión consciente -desde nuestro Cambio Interior- y
en un contexto de cambio de ciclo que también es cosmogónico, el viejo
mundo ha empezado a derrumbarse y su Matriz a desconfigurarse. Y la
dinámica de disolución de sus caducos paradigmas, como el citado de que
se nace para hacer, es ya irreversible. En su lugar, emana de manera
acelerada un Nuevo Mundo y una Nueva Humanidad que enraizarán en la Madre Tierra cual bella y fructífera cristalización del proceso de evolución en marcha.
Precisamente,
una de las claves fundamentales para la plasmación efectiva de la
reiterada evolución se halla en el discernimiento y la interiorización
de que no se nace para hacer, sino para “no hacer”. De hecho, “nacer” es
“no-hacer” (nacer=nohacer). Lo que puede ser expresado de otra forma
igualmente hermosa y contundente: se nace para Vivir y Vivir, es
sencillamente, eso, Vivir, no-hacer.
Esta
afirmación resultará todavía inaceptable para muchas personas, pues
choca frontalmente con uno de los ejes centrales del arcaico sistema de
creencias de un viejo mundo que viene enseñando y educando en la
tradición y el convencimiento de que Vivir significa ineludiblemente
hacer. Por milenios, la gente ha vivido en esa idea, que ha sido
fraguada desde la mente y que se trata, por lo mismo, de una mera
creación mental. Prisionera de ella, el ser humano lleva siglos
empeñando su vida y su “civilización” en hacer cosas y hasta hacerse
“a-sí-mismo”.
La Creación es Perfecta.
Pero
la creencia de que se nace para hacer sólo es verdad en la medida que
mentalmente pensemos que lo es. Y, desde luego, no es Real. ¿Por qué?.
Pues porque la Creación
es Perfecta y cada uno de nosotros, el mundo y cuanto nos rodea es,
igualmente, Perfecto. Ante lo cual, pensar que se nace para hacer
significa asumir, consciente o inconscientemente, que la Creación
se halla incompleta y que precisa para culminarse de la obra humana; o
que nosotros (el género humano, el planeta,…) estamos “mal” o
insuficientemente hechos y se requiere nuestra propia acción para paliar
los errores y las carencias de la Creación.
Esta
percepción ha ido en paralelo, no podía de ser otro modo, al creciente
predominio de una visión de la vida y de la muerte cada vez más
materialista, egocéntrica y soberbia y radicalmente ajena a nuestra
esencia espiritual y divinal. Tan ajena, que hemos creído que el mundo (la Tierra, la Naturaleza,
nosotros mismos,…) está mal hecho y se necesita que hagamos cosas para
adaptarlo y acomodarlo a lo que nuestra vida demanda. Es decir, la Humanidad,
en su deriva egóica, ha llegado a pensar (otra creación mental) que
Dios no existe o que, si existe, está separado y fuera de nosotros y es
tan chapucero y torpón como para que su Creación haya de ser reajustada y
modificada por la mano humana.
Sin embargo, lo Real es muy distinto: la Creación
es Perfecta y no precisa de ninguna fe de erratas ni de ninguna
corrección de errores. Todo es divino y todo se halla exacta y
maravillosamente hecho –aquí, en la globalidad del Cosmos y en todas las
Dimensiones, sin excepción- para que fluya el Amor y la Vida y para que la Felicidad sea el Estado Natural de cuanto vive y existe.
Hacer: la decisión de ser (yo soy).
Si
el ser humano no se percata de esto es por su empeño de ser “yo soy”,
en vez de “Yo Soy”, en el sentido recogido en recientes entradas de este
Blog (ver, por ejemplo, Cuando no decido, cuando incluso no decido ser,
publicada el pasado 9 de marzo); por su obsesión en pensar (creación
mental) que debe y tiene que hacer cosas y que vivir se plasma en ese
hacer; en definitiva, por una monumental vanidad que es la fuente de las
auto-agresiones referidas en la entrada del 15 de marzo titulada Auto-castigos y auto-lesiones: ¡sólo vanidad!.
Antes
de nacer (encarnar en el plano humano) nuestra dimensión espiritual es
plenamente consciente que “Dios es yo y que yo soy Dios (Yo Soy) cuando
ceso de ser yo (yo soy)”. Igualmente, conoce bien que el mundo (el
Universo, el planeta, la Naturaleza, la Humanidad,
cada cuerpo físico,…) es obra de Dios y, por tanto, una obra nuestra
(del Dios que Somos y Todo Es) de absoluta Perfección. Y sabe que la
encarnación (nacer) en esta Dimensión y plano no tiene otra meta o
finalidad que la Vida
misma (Vivir), esto es, experienciar el Yo Soy que Somos en un
escenario (nuestra “casa” y “hogar” en Tercera Dimensión) divinamente
configurado y, por tanto, amoroso, acogedor y perfecto, una espléndida
manifestación de nuestra propia divinidad. La metáfora del Paraíso
Terrenal es fiel reflejo de lo anterior y describe atinadamente el marco
de felicidad, alegría, belleza, libertad y armonía para el que la Vida toda -y, desde luego, la vida humana- está diseñada y generada.
Sin
embargo, el ser humano, en su proceso consciencial y en libre albedrío,
optó hace tiempo por fragmentarse mental e ilusamente de la Unidad
y Unicidad de Cuanto Es y, olvidando el Yo Soy que Es, decidió ser: yo
soy. Y en esta decisión individual y colectiva radica la visión de que
nacer es hacer y que vivir consiste en eso, en hacer; la percepción de
que estamos aquí para hacer cosas, en lugar de, simplemente, Vivir (Yo
Soy).
Siguiendo
con la aludida metáfora, esta decisión de ser (yo soy) es la que
provoca la expulsión del Paraíso. Pero nadie y menos el Dios que Somos
desahució a la Humanidad
del Edén, sino que se trató de un auto-exilio en la medida que el deseo
de experienciar el yo soy (esta es la manzana que figuradamente comen
Eva y Adán: la decisión y el deseo de ser, yo soy) reclama y exige un
mundo bien distinto al Paraíso. Un mundo cuya configuración permita y
posibilite vivir tal experiencia. Y la Creación
es tan Perfecta que eso lo hace factible y un mundo así es que el hemos
generado cual Matriz Holográfica desde nuestra dinámica consciencial
ficticiamente separa del Yo Soy. En él, nos esforzamos en hacer, nos
empeñamos en “ganar el pan con el sudor de nuestra frente” (cuando la Creación
es Providencia y Abundancia), acometemos bricolaje en reparaciones
absurdas que sólo consiguen distorsionar una “casa” y un “hogar” que son
Perfectos y terminamos concibiendo la existencia como un Valle de
Lagrimas en el que estamos exiliados y condenados a unos trabajos
forzados que sólo nosotros mismos hemos elegido hacer al decidir ser (yo
soy).
Vivir para Vivir (Yo Soy).
Pero
Aquí y Ahora, que no por casualidad coincide igualmente con un cambio
de ciclo cosmogónico, un número creciente de seres humanos han iniciado
el regreso al Paraíso y, consciencialmente, están dando por finalizada
la experiencia del yo soy. Y en cuanto el yo soy se diluye, el Yo Soy
fluye y se hace presente de modo natural y espontáneo. Y el Yo Soy, en
su Sabiduría Innata y Divina, Vive, no hace; y es Perfectamente
Consciente de que Vivir es Vivir, no hacer, y que completamente todo (la
vida entera y la absoluta totalidad de sus componentes) está
divinamente creado y hecho para Vivir sin otro requerimiento, premisa o
condicionante que Vivir.
En el desenvolvimiento del momento presente (eso que la Humanidad
todavía llama “futuro” debido a que continúa atada a otra curiosa
creencia de perfil puramente mental: la de la existencia del tiempo),
miles de millones de seres humanos van abandonar el deseo de ser (yo
soy) y, desde su Cambio Interior y el despliegue del Yo Soy, provocarán
la evolución del género humano hacia una Nueva Humanidad en la Nueva Tierra
que el ser vivo Tierra, por su parte, también está ya configurando. Su
cotidianeidad estará presidida por lo que ya algunas personas están
practicando: Vivir para Vivir (no para hacer).
¿Qué
es esto de Vivir para Vivir?. Tan acostumbrados estamos a vivir para
hacer que hemos olvidado lo que es Vivir para Vivir. Pero no hay que
pre-ocuparse: nuestro Corazón atesora ese conocimiento y lo vamos a
redescubrir. Puede entenderse fácilmente subrayando que el Paraíso al
que regresamos no se halla en ningún sitio concreto, sino en todo y,
especialmente, en el interior de nosotros mismos. Y que para entrar en
él, recuérdese de nuevo la metáfora, hay que estar ¡absolutamente
desnudos!. Y estar desnudos es Vivir y no-hacer (ni siquiera colocarnos
una hojita de parra): vaciamiento y desalojo interior de cualquier
necesidad o requerimiento de “yo soy” y de lo que ello conlleva;
confianza en la Providencia
(que es nuestro propio ser divino y eterno); aceptación de todo y de
todos sin estar en acuerdo o en desacuerdo con nadie ni con nada; fluir
en el Aquí y Ahora con Libertad y Alegría, sin preocupaciones ni
inquietudes y en Armonía con la Naturaleza; interiorización plena de la Perfección y de la Unidad y Unicidad de cuanto Existe y Es; Ser el Amor que Somos. ¡Vivir!: Yo Soy.
Nada hay que hacer, nada hay que decidir. Yo Soy Amor y Vida en el Aquí y Ahora y en la Unidad y Unicidad de una Naturaleza tan Viva como Divina donde todo, sin excepción, es Perfecto.
¡Deja de “hacer” y date la Gozada de Vivir para Vivir en el Aquí y Ahora de este Tiempo de Evolución!
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