Nuestro querido amigo Manolo López nos propone, en este recién estrenado el equinoccio de primavera de 2012, reflexionar sobre la salud como mercancía con la lectura de un breve texto extraído de su libro su libro "La Huelga Tranquila".
LA SALUD COMO MERCANCÍA.
Los progresos en el campo de la salud son espectaculares, las enfermedades que mataban a millones de personas han sido erradicadas y las enfermedades más graves controladas. La cirugía hace posible salvar y prolongar muchas vidas y el conocimiento del genoma humano anuncia resultados aún más asombrosos en los próximos años. Sin embargo, y según la Organización Mundial de la Salud, la mitad de la Humanidad no puede beneficiarse de los avances médicos antes mencionados.
Basta con referirse a algunas cifras para aclarar tal cuestión: los gastos de salud en el Norte (países desarrollados) ofrecen un mercado de más de tres mil millones de dólares anuales, mientras que en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, esta cifra es de solo veinticinco millones, es decir, ciento veinte veces menos, a pesar de que la población es bastante mayor.
La afirmación que asemeja la salud a una mercancía puede parecer brutal, pues para incluir la salud en la categoría de mercancía es preciso entenderla como la capacidad de acceso a ella según el poder de compra.
El mercado de la salud no es solamente importante, sino uno de los más rentables del sector industrial, en parte gracias también a la estabilización de las patentes llevadas a cabo por la Organización Mundial del Comercio. La cuestión de las patentes consiste en el derecho de apropiarse del control de la producción y de la comercialización de un producto por el autor intelectual.
Para la industria farmacéutica, la lógica está clara. Operar en un mercado mundial, exige un sistema de patentes y una política única de precios. Una decisión así provoca consecuencias nefastas en cuanto al acceso a los medicamentos y servicios de salud, pues el propio mercado excluye a los más pobres y desfavorecidos de una asistencia de calidad.
Según Médicos del Mundo: “El medicamento es considerado un producto comercial como los demás, sometido por tanto a las leyes de la oferta y la demanda. En estas condiciones, el mercado farmacéutico se guía por los intereses financieros y no por los de los enfermos”. Igualmente, Win Dierckxsens, filósofo de la economía, concluye: “Curar las enfermedades es lucrativo, mientras que evitarlas gracias a la investigación pública, no da lugar a ningún tipo de beneficio y por lo tanto se considera improductivo”.
Estamos pues, ante un sistema mundial de especulación sobre la salud que, según diferentes fuentes de información, fomenta y crea enfermedades para acrecentar el negocio de la salud y al mismo tiempo, perpetuar determinadas patologías de la población por ser altamente lucrativas. En este sentido, la industria farmacéutica con ayuda de la OMS, se beneficia tremendamente del calendario vacunal implantado en la totalidad de los países occidentales con el pretexto de la prevención de enfermedades, muchas de ellas erradicadas. Asimismo, los países del Sur reciben enormes cantidades de vacunas, muchas veces innecesarias, compradas y donadas por los países del Norte. Existen muchos estudios rigurosos e investigaciones que nos informan, no solo de la inutilidad de muchas vacunas, sino del grave riesgo a padecer ciertas reacciones adversas e incluso futuras enfermedades autoinmunes, que afectan al sistema nervioso de muchos niños y adultos especialmente sensibles a los coadyuvantes que acompañan a las vacunas, como son por ejemplo el mercurio, el aluminio y otras sustancias químicas.
LA SALUD COMO MERCANCÍA.
Los progresos en el campo de la salud son espectaculares, las enfermedades que mataban a millones de personas han sido erradicadas y las enfermedades más graves controladas. La cirugía hace posible salvar y prolongar muchas vidas y el conocimiento del genoma humano anuncia resultados aún más asombrosos en los próximos años. Sin embargo, y según la Organización Mundial de la Salud, la mitad de la Humanidad no puede beneficiarse de los avances médicos antes mencionados.
Basta con referirse a algunas cifras para aclarar tal cuestión: los gastos de salud en el Norte (países desarrollados) ofrecen un mercado de más de tres mil millones de dólares anuales, mientras que en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, esta cifra es de solo veinticinco millones, es decir, ciento veinte veces menos, a pesar de que la población es bastante mayor.
La afirmación que asemeja la salud a una mercancía puede parecer brutal, pues para incluir la salud en la categoría de mercancía es preciso entenderla como la capacidad de acceso a ella según el poder de compra.
El mercado de la salud no es solamente importante, sino uno de los más rentables del sector industrial, en parte gracias también a la estabilización de las patentes llevadas a cabo por la Organización Mundial del Comercio. La cuestión de las patentes consiste en el derecho de apropiarse del control de la producción y de la comercialización de un producto por el autor intelectual.
Para la industria farmacéutica, la lógica está clara. Operar en un mercado mundial, exige un sistema de patentes y una política única de precios. Una decisión así provoca consecuencias nefastas en cuanto al acceso a los medicamentos y servicios de salud, pues el propio mercado excluye a los más pobres y desfavorecidos de una asistencia de calidad.
Según Médicos del Mundo: “El medicamento es considerado un producto comercial como los demás, sometido por tanto a las leyes de la oferta y la demanda. En estas condiciones, el mercado farmacéutico se guía por los intereses financieros y no por los de los enfermos”. Igualmente, Win Dierckxsens, filósofo de la economía, concluye: “Curar las enfermedades es lucrativo, mientras que evitarlas gracias a la investigación pública, no da lugar a ningún tipo de beneficio y por lo tanto se considera improductivo”.
Estamos pues, ante un sistema mundial de especulación sobre la salud que, según diferentes fuentes de información, fomenta y crea enfermedades para acrecentar el negocio de la salud y al mismo tiempo, perpetuar determinadas patologías de la población por ser altamente lucrativas. En este sentido, la industria farmacéutica con ayuda de la OMS, se beneficia tremendamente del calendario vacunal implantado en la totalidad de los países occidentales con el pretexto de la prevención de enfermedades, muchas de ellas erradicadas. Asimismo, los países del Sur reciben enormes cantidades de vacunas, muchas veces innecesarias, compradas y donadas por los países del Norte. Existen muchos estudios rigurosos e investigaciones que nos informan, no solo de la inutilidad de muchas vacunas, sino del grave riesgo a padecer ciertas reacciones adversas e incluso futuras enfermedades autoinmunes, que afectan al sistema nervioso de muchos niños y adultos especialmente sensibles a los coadyuvantes que acompañan a las vacunas, como son por ejemplo el mercurio, el aluminio y otras sustancias químicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario