Cada nueva entrada en el blog "El Cielo en la Tierra" es motivo de alegría para los lectores de "Hinneni". Este Domingo de Resurrección, nos ha llenado de gozo la “Canción al nombre de Avalokitesvara”, que cantan los monjes y monjas
de la comunidad de Plum Village y las reflexiones de Emilio Carrillo al video que le envía su amiga Morganamaya.
Emilio Carrillo, nos introduce en el tema con la siguiente reflexión "el
momento presente rebosa de Bendición y Dicha. Personalmente, voy a
dónde me llaman para dar la buena nueva de que estamos en un Tiempo de
Evolución, constatar que el Cielo está anclando en la Tierra y compartir
con tod@s la bella oportunidad y el privilegio de vivir este fantástico
Aquí y Ahora en Alegría y Gozo.
Pero
esto no quiere decir que no sea plenamente consciente de la existencia y
el enorme calado del sufrimiento. Todo lo contrario, lo percibo con
claridad y crudeza porque la Metamorfosis
interior que estamos experienciando pasa inexorablemente por no huir
del sufrimiento y percatarse de su presencia en una triple dimensión: el
sufrimiento que hay en mí; el que hay en la gente de mi alrededor; y el
sufrimiento del mundo. Y sólo con este reconocimiento y esta toma de
contacto directa e intima con el sufrimiento, en su triple presencia, se
puede sanar y transformar el mismo en Paz, Compasión y Amor."
En el video que veremos a continuación, Thich Nhat Hanh, maestro Zen y monje budista
vietnamita residente en Plum Village, comunidad localizada cerca de la
ciudad francesa de Burdeos, toma la palabra antes de comenzar la canción y expresa lo siguiente:
“Los
monjes y monjas de la comunidad de Plum Village cantan el nombre de
Avalokitesvara, el Bodhisattva del profundo escuchar Kuan-yin. Esta no
es exactamente una oración, es una práctica de meditación.
Avalokitesvara
es una persona que tiene la capacidad de escuchar a su propio
sufrimiento interior. Por esa práctica, pudo entender la naturaleza, las
raíces del sufrimiento dentro él; y por ese entendimiento, la compasión
surgió y logró la sanación y la transformación. Después de eso, fue
capaz de mirar a la gente de alrededor y reconocer el sufrimiento en
cada uno; y fue capaz de entender muy rápidamente el sufrimiento dentro
de cada persona y practicó el escuchar el sufrimiento de estas personas,
ayudándolos a sufrir menos y transformarse.
Así
que los monjes y monjas cantan el nombre de Avalokitesvara y, mientras
lo hacen, tratan de tocar el sufrimiento dentro de ellos, porque dentro
de todos nosotros hay sufrimiento. Y el sufrimiento dentro de nosotros
también refleja el sufrimiento del mundo.
Muchos
de nosotros no queremos regresar a casa con nosotros mismos y tomar
contacto con el sufrimiento que hay dentro de nosotros. Tenemos miedo a
ser sobrepasados por el dolor, la pena, la desesperación y el enojo en
nuestro interior. Siempre tratamos de huir del sufrimiento por el camino
del consumo: consumimos televisión, revistas, música, comida,… con la
esperanza de poder tapar el sufrimiento interior. Pero eso no ayuda
mucho, porque el sufrimiento está ahí y continúa creciendo y siempre
trata de manifestarse, especialmente durante la noche.
Entonces,
la práctica recomendada por el Buda es no huir del sufrimiento. En vez
de eso, cada uno tiene que volver a casa con uno mismo y tomar contacto
con el sufrimiento, tratar de sostenerlo amorosamente y escuchar muy
atenta y hondamente para poder entenderlo. Comprender el sufrimiento les
mostrará el camino de la transformación y sanación.
La Primera Noble Verdad es el estado de sufrimiento del ser. Si miran profundamente dentro de ella, verán las otras tres verdades, incluyendo la Verdad del Sendero, lo que llevará al cese y transformación del sufrimiento. Mas si tratamos de huir de la Primera Noble Verdad, no hay manera de que podamos ver la Verdad del Sendero y nadie nos va a poder guiar en la transformación y la sanación.
En
la canción, cuando los monjes y monjas cantan por primera vez el nombre
de Avalokitesvara, se adentran en su interior y tocan el sufrimiento
que ahí hay. Cuando cantan el nombre por segunda vez, reconocen el
sufrimiento de aquellos que están a su alrededor. Cuando lo cantan por
tercera vez, perciben el sufrimiento en el mundo. Y cantando así, con
Atención Correcta, ellos generan juntos la energía de la Atención Correcta, concentración y compasión.
La energía de la Atención Correcta
para tomar contacto con el sufrimiento puede ayudar a surgir la energía
de la compasión. La compasión es un tipo de energía que puede ser
sanadora y transformadora. Y si sabemos cómo permitir que la energía
colectiva de la Atención Correcta y la Paz
penetre en nuestro cuerpo, sufriremos menos, podremos liberar la
tensión y el dolor en el cuerpo y también liberar la tensión y el
sufrimiento en nuestro corazón.
Hay
tensión y dolor en nuestro cuerpo. Si sabemos como seguir nuestra
inhalación y exhalación y permitimos a nosotros mismos estar totalmente
en el Aquí y Ahora y relajarnos, la energía colectiva de la Atención Correcta y la Paz
generada por el canto será capaz de penetrar en nuestro cuerpo y ayudar
a liberar la tensión y reducir el dolor y sentirán mejor después de
unos pocos minutos de escucharlo. Y si tenemos algún dolor, pena o
desesperación en nuestro corazón, quizás queramos abrir nuestro corazón
para que la energía colectiva de la Sangha
pueda penetrar y ayude a sanar el bloqueo del dolor y la pena en
nosotros, él es mi dolor, él es mi desesperación. Por favor, que la Sangha ayude a reconocer y sane en mí. Si sabemos cómo abrirnos y permitir a la energía colectiva de la Atención Correcta y a la Paz y la Compasión que abracen nuestro dolor y pena, sufriremos menos después de unos pocos minutos de escuchar la canción.
Esta
es una práctica, no una oración. Si tenemos alguien en la familia que
está enfermo, que sufre ahora, podemos enviar esta energía colectiva a
él o ella sólo pronunciando su nombre silenciosamente o pensando en esa
persona. Y esta energía pura de Paz y Compasión será dirigida a él o
ella y enseguida, en su casa o dónde esté, se sentirá mejor.
Permitámonos unirnos en la práctica, permitámonos estar relajados y permitámonos que la energía colectiva de la Sangha penetre en nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón”.
Emilio nos propone escuchar la canción,
quince minutillos de nada, cuantas veces lo sintamos en nuestro corazón.
Seguiendo para ello los consejos de Atención Correcta formulados por Thich
Nhat Hanh. Y no dice que no tengamos miedo a llorar. Porque si oímos con Atención la
canción, vamos a llorar y mucho. Pero es normal y hermoso, forma parte de
la práctica de sanación y transformación del sufrimiento en Paz,
Compasión y Amor.
En relación a esta meditación, Emilio nos confiesa que tras ser dado de alta en el hospital en la Navidad
de 2010, lloró mucho y durante largo tiempo. Y vivió en primera persona
las tres dimensiones del sufrimiento que Thich Nhat Hanh describe, así
como la necesidad de no huir de él para sanarlo y transformarlo y nos cuenta con mucho Amor su experiencia.
"Mi propio sufrimiento: su transformación en Paz.
Primero, me pasé tres meses llorando a consecuencia de mi propio sufrimiento.
Curiosamente,
la experiencia del tránsito al borde de la muerte física que había
vivido y todo el proceso de enfermedad los interioricé desde el
principio como una Bendición y un completo Re-Nacer. Y brillaba ya en mí
la Armonía y la Alegría, habiendo comprendido definitivamente la Perfección de cuanto Es y como la Felicidad es Nuestro Estado Natural.
Sin
embargo, por tantas experiencias acumuladas a lo largo del tiempo,
tanto en esta vida física como en otras anteriores, había mucho
sufrimiento guardado en lo más hondo de mi corazón. Reconocí que así era
y el sufrimiento fue saliendo a cuenta gotas, poco a poco, al ritmo de
mis lágrimas y sollozos. Hasta que un día supe que había salido la mayor
parte de él y que mi interior empezaba a estar por fin limpio de dolor.
Inmediatamente comprendí que mi sufrimiento había sido consecuencia
directa de mi cuidado hacia mi mismo (ese dichoso cuidado de nosotros y
hacia nosotros mismos que tanto preocupa a los seres humanos). Y
haciendo míos los versos de San Juan de la Cruz, dejé “mi cuidado entre las azucenas olvidado”.
¡Se acabó el cuidar de mí!. Y el lugar del cuidado fue inmediatamente ocupado por la absoluta confianza en la Providencia Divina,
en la que fluyo desde entonces sin pretender controlar mi vida, ni
programarla, ni conducirla a puerto alguno previsto por mi mente o por
mi ego.
Entonces, dulcemente, se posó en mí la Paz.
El sufrimiento de los que están a mi alrededor: su transformación en Compasión.
Llegaron después otros tres meses de llanto, ahora por el sufrimiento de los demás, de la gente que está mi alrededor.
Ríos
de lágrimas manaron de mis ojos y una cascada de estremecimientos
conmovió mi corazón ante la contemplación interior y exterior de tanto
sufrimiento desparramado por la vida de tantas personas, algunas tan
próximas y queridas. Y no sólo por motivos físicos (violencia, penurias
económicas, injusticias, enfermedades, rupturas de relaciones, apegos
materiales, ritmo de vida estresante,…), sino también por esas razones
que pertenecen a la “sinrazón humana” (miedos, culpas, autolimitaciones
mentales, sentimientos de soledad, desamores, vacío interior,
depresiones,…).
Así
hasta el momento en el que comprendí que el sufrimiento de los demás
también era mi responsabilidad, pues tenía su causa en mi deseo de estar
contento, es decir, en mi absurdo empeño de buscar fuera y en el
exterior la Felicidad
que todos atesoramos dentro, por lo que asumí e interioricé la honda
dimensión de lo dicho al respecto por Buda: “mi deseo de estar contento
es el origen del dolor de los demás”.
Entonces, dulcemente, se posó en mí la Compasión.
El sufrimiento del mundo: su transformación en Amor.
Finalmente, vinieron otros tres meses de desconsuelo por el sufrimiento del mundo, en su globalidad y totalidad.
¡Cuánta
aflicción por cuántas cosas!, ¡cuánto abatimiento por los obtusos
caminos en los que se ha adentrado la llamada civilización!, ¡cuánta
amargura por tanto daño al género humano, a los animales y plantas, a la Naturaleza en su conjunto, a la Madre Tierra y a la Creación!.
Pero
un día las lágrimas cesaron. Había comenzado a entrever que ese
sufrimiento emanaba, igualmente, de mí. Más concretamente, de mi anhelo
de que las cosas sean y marchen como mi yo quiere y pretende que sean y
marchen. Y el corolario de un viejo cuento sufí surgió en mi memoria
con gran convicción: “respeta a los demás y al mundo aceptando todo y a
todos tal como son, sin estar de acuerdo ni en desacuerdo con nadie ni
con nada”.
Entonces, dulcemente, se posó en mí el Amor.
La transformación del sufrimiento: la confianza en la Providencia y en la Vida.
Atención Correcta, Respiración Consciente y Destensión y Vaciamiento Interior.
El cuidado de uno mismo sustituido por la confianza en la Providencia, que es nuestro ser interior y divino en acción.
El deseo de estar contento sustituido por la confianza en la Vida, que es el Aquí y Ahora, ni más ni menos, en su completa y amorosa radicalidad.
“Canción al nombre de Avalokitesvara” (a partir del minuto 8 aproximadamente)
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