domingo, 8 de abril de 2012

No huir del sufrimiento para sanarlo y transformarlo en Paz, Compasión y Amor .

Cada nueva entrada en el blog "El Cielo en la Tierra" es motivo de alegría para los lectores de "Hinneni". Este Domingo de Resurrección, nos ha llenado de gozo la  “Canción al nombre de Avalokitesvara”,  que cantan los monjes y monjas de la comunidad de Plum Village y las reflexiones de Emilio Carrillo al video que le envía su amiga Morganamaya.

Emilio Carrillo,  nos introduce en el tema con la siguiente reflexión "el momento presente rebosa de Bendición y Dicha. Personalmente, voy a dónde me llaman para dar la buena nueva de que estamos en un Tiempo de Evolución, constatar que el Cielo está anclando en la Tierra y compartir con tod@s la bella oportunidad y el privilegio de vivir este fantástico Aquí y Ahora en Alegría y Gozo.
 
Pero esto no quiere decir que no sea plenamente consciente de la existencia y el enorme calado del sufrimiento. Todo lo contrario, lo percibo con claridad y crudeza porque la Metamorfosis interior que estamos experienciando pasa inexorablemente por no huir del sufrimiento y percatarse de su presencia en una triple dimensión: el sufrimiento que hay en mí; el que hay en la gente de mi alrededor; y el sufrimiento del mundo. Y sólo con este reconocimiento y esta toma de contacto directa e intima con el sufrimiento, en su triple presencia, se puede sanar y transformar el mismo en Paz, Compasión y Amor."


En el video que veremos a continuación, Thich Nhat Hanh, maestro Zen y monje budista vietnamita residente en Plum Village, comunidad localizada cerca de la ciudad francesa de Burdeos, toma la palabra antes de comenzar la canción y expresa lo siguiente:

“Los monjes y monjas de la comunidad de Plum Village cantan el nombre de Avalokitesvara, el Bodhisattva del profundo escuchar Kuan-yin. Esta no es exactamente una oración, es una práctica de meditación.

Avalokitesvara es una persona que tiene la capacidad de escuchar a su propio sufrimiento interior. Por esa práctica, pudo entender la naturaleza, las raíces del sufrimiento dentro él; y por ese entendimiento, la compasión surgió y logró la sanación y la transformación. Después de eso, fue capaz de mirar a la gente de alrededor y reconocer el sufrimiento en cada uno; y fue capaz de entender muy rápidamente el sufrimiento dentro de cada persona y practicó el escuchar el sufrimiento de estas personas, ayudándolos a sufrir menos y transformarse.

Así que los monjes y monjas cantan el nombre de Avalokitesvara y, mientras lo hacen, tratan de tocar el sufrimiento dentro de ellos, porque dentro de todos nosotros hay sufrimiento. Y el sufrimiento dentro de nosotros también refleja el sufrimiento del mundo.

Muchos de nosotros no queremos regresar a casa con nosotros mismos y tomar contacto con el sufrimiento que hay dentro de nosotros. Tenemos miedo a ser sobrepasados por el dolor, la pena, la desesperación y el enojo en nuestro interior. Siempre tratamos de huir del sufrimiento por el camino del consumo: consumimos televisión, revistas, música, comida,… con la esperanza de poder tapar el sufrimiento interior. Pero eso no ayuda mucho, porque el sufrimiento está ahí y continúa creciendo y siempre trata de manifestarse, especialmente durante la noche.

Entonces, la práctica recomendada por el Buda es no huir del sufrimiento. En vez de eso, cada uno tiene que volver a casa con uno mismo y tomar contacto con el sufrimiento, tratar de sostenerlo amorosamente y escuchar muy atenta y hondamente para poder entenderlo. Comprender el sufrimiento les mostrará el camino de la transformación y sanación.

La Primera Noble Verdad es el estado de sufrimiento del ser. Si miran profundamente dentro de ella, verán las otras tres verdades, incluyendo la Verdad del Sendero, lo que llevará al cese y transformación del sufrimiento. Mas si tratamos de huir de la Primera Noble Verdad, no hay manera de que podamos ver la Verdad del Sendero y nadie nos va a poder guiar en la transformación y la sanación.

En la canción, cuando los monjes y monjas cantan por primera vez el nombre de Avalokitesvara, se adentran en su interior y tocan el sufrimiento que ahí hay. Cuando cantan el nombre por segunda vez, reconocen el sufrimiento de aquellos que están a su alrededor. Cuando lo cantan por tercera vez, perciben el sufrimiento en el mundo. Y cantando así, con Atención Correcta, ellos generan juntos la energía de la Atención Correcta, concentración y compasión.

La energía de la Atención Correcta para tomar contacto con el sufrimiento puede ayudar a surgir la energía de la compasión. La compasión es un tipo de energía que puede ser sanadora y transformadora. Y si sabemos cómo permitir que la energía colectiva de la Atención Correcta y la Paz penetre en nuestro cuerpo, sufriremos menos, podremos liberar la tensión y el dolor en el cuerpo y también liberar la tensión y el sufrimiento en nuestro corazón.

Hay tensión y dolor en nuestro cuerpo. Si sabemos como seguir nuestra inhalación y exhalación y permitimos a nosotros mismos estar totalmente en el Aquí y Ahora y relajarnos, la energía colectiva de la Atención Correcta y la Paz generada por el canto será capaz de penetrar en nuestro cuerpo y ayudar a liberar la tensión y reducir el dolor y sentirán mejor después de unos pocos minutos de escucharlo. Y si tenemos algún dolor, pena o desesperación en nuestro corazón, quizás queramos abrir nuestro corazón para que la energía colectiva de la Sangha pueda penetrar y ayude a sanar el bloqueo del dolor y la pena en nosotros, él es mi dolor, él es mi desesperación. Por favor, que la Sangha ayude a reconocer y sane en mí. Si sabemos cómo abrirnos y permitir a la energía colectiva de la Atención Correcta y a la Paz y la Compasión que abracen nuestro dolor y pena, sufriremos menos después de unos pocos minutos de escuchar la canción.

Esta es una práctica, no una oración. Si tenemos alguien en la familia que está enfermo, que sufre ahora, podemos enviar esta energía colectiva a él o ella sólo pronunciando su nombre silenciosamente o pensando en esa persona. Y esta energía pura de Paz y Compasión será dirigida a él o ella y enseguida, en su casa o dónde esté, se sentirá mejor.

Permitámonos unirnos en la práctica, permitámonos estar relajados y permitámonos que la energía colectiva de la Sangha penetre en nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón”.
 
Emilio nos propone  escuchar la canción, quince minutillos de nada, cuantas veces lo sintamos en nuestro corazón. Seguiendo para ello los consejos de Atención Correcta formulados por Thich Nhat Hanh. Y no dice que no tengamos miedo a llorar. Porque si oímos con Atención la canción, vamos a llorar y mucho. Pero es normal y hermoso, forma parte de la práctica de sanación y transformación del sufrimiento en Paz, Compasión y Amor.
 
En relación a esta meditación, Emilio nos confiesa que tras ser dado de alta en el hospital en la Navidad de 2010, lloró mucho y durante largo tiempo. Y vivió en primera persona las tres dimensiones del sufrimiento que Thich Nhat Hanh describe, así como la necesidad de no huir de él para sanarlo y transformarlo y nos cuenta con mucho Amor su experiencia.
 
"Mi propio sufrimiento: su transformación en Paz.

Primero, me pasé tres meses llorando a consecuencia de mi propio sufrimiento.

Curiosamente, la experiencia del tránsito al borde de la muerte física que había vivido y todo el proceso de enfermedad los interioricé desde el principio como una Bendición y un completo Re-Nacer. Y brillaba ya en mí la Armonía y la Alegría, habiendo comprendido definitivamente la Perfección de cuanto Es y como la Felicidad es Nuestro Estado Natural.

Sin embargo, por tantas experiencias acumuladas a lo largo del tiempo, tanto en esta vida física como en otras anteriores, había mucho sufrimiento guardado en lo más hondo de mi corazón. Reconocí que así era y el sufrimiento fue saliendo a cuenta gotas, poco a poco, al ritmo de mis lágrimas y sollozos. Hasta que un día supe que había salido la mayor parte de él y que mi interior empezaba a estar por fin limpio de dolor. Inmediatamente comprendí que mi sufrimiento había sido consecuencia directa de mi cuidado hacia mi mismo (ese dichoso cuidado de nosotros y hacia nosotros mismos que tanto preocupa a los seres humanos). Y haciendo míos los versos de San Juan de la Cruz, dejé “mi cuidado entre las azucenas olvidado”.

¡Se acabó el cuidar de mí!. Y el lugar del cuidado fue inmediatamente ocupado por la absoluta confianza en la Providencia Divina, en la que fluyo desde entonces sin pretender controlar mi vida, ni programarla, ni conducirla a puerto alguno previsto por mi mente o por mi ego.

Entonces, dulcemente, se posó en mí la Paz.

El sufrimiento de los que están a mi alrededor: su transformación en Compasión.

Llegaron después otros tres meses de llanto, ahora por el sufrimiento de los demás, de la gente que está mi alrededor.

Ríos de lágrimas manaron de mis ojos y una cascada de estremecimientos conmovió mi corazón ante la contemplación interior y exterior de tanto sufrimiento desparramado por la vida de tantas personas, algunas tan próximas y queridas. Y no sólo por motivos físicos (violencia, penurias económicas, injusticias, enfermedades, rupturas de relaciones, apegos materiales, ritmo de vida estresante,…), sino también por esas razones que pertenecen a la “sinrazón humana” (miedos, culpas, autolimitaciones mentales, sentimientos de soledad, desamores, vacío interior, depresiones,…).

Así hasta el momento en el que comprendí que el sufrimiento de los demás también era mi responsabilidad, pues tenía su causa en mi deseo de estar contento, es decir, en mi absurdo empeño de buscar fuera y en el exterior la Felicidad que todos atesoramos dentro, por lo que asumí e interioricé la honda dimensión de lo dicho al respecto por Buda: “mi deseo de estar contento es el origen del dolor de los demás”.
Entonces, dulcemente, se posó en mí la Compasión.

El sufrimiento del mundo: su transformación en Amor.

Finalmente, vinieron otros tres meses de desconsuelo por el sufrimiento del mundo, en su globalidad y totalidad.

¡Cuánta aflicción por cuántas cosas!, ¡cuánto abatimiento por los obtusos caminos en los que se ha adentrado la llamada civilización!, ¡cuánta amargura por tanto daño al género humano, a los animales y plantas, a la Naturaleza en su conjunto, a la Madre Tierra y a la Creación!.

Pero un día las lágrimas cesaron. Había comenzado a entrever que ese sufrimiento emanaba, igualmente, de mí. Más concretamente, de mi anhelo de que las cosas sean y marchen como mi yo quiere y pretende que sean y marchen. Y el corolario de un viejo cuento sufí surgió en mi memoria con gran convicción: “respeta a los demás y al mundo aceptando todo y a todos tal como son, sin estar de acuerdo ni en desacuerdo con nadie ni con nada”.

Entonces, dulcemente, se posó en mí el Amor.

La transformación del sufrimiento: la confianza en la Providencia y en la Vida.

Atención Correcta, Respiración Consciente y Destensión y Vaciamiento Interior.

El cuidado de uno mismo sustituido por la confianza en la Providencia, que es nuestro ser interior y divino en acción.

El deseo de estar contento sustituido por la confianza en la Vida, que es el Aquí y Ahora, ni más ni menos, en su completa y amorosa radicalidad.

Paz, Compasión, Amor.
 
 “Canción al nombre de Avalokitesvara” (a partir del minuto 8 aproximadamente)
 
 
 
 
 
 
 

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