Azules y muy luminosas: un nuevo tipo de supernovas
Unos astrónomos de EEUU descubren cuatro explosiones estelares cien veces más brillantes que las galaxias enanas en que se producen
Las supernovas son explosiones que se detectan en el cielo de vez en
cuando y, durante unos días destacan por su luminosidad más que la
propia galaxia en la que están. Se producen cuando una estrella muy
masiva ha consumido el combustible que alimenta las reacciones nucleares
de su interior y, sin estas, no logra compensar el efecto de su propia
gravedad, colapsa y estalla en una secuencia compleja de fenómenos. Se
conocen ya varios tipos de explosiones de supernova, pero ahora unos
científicos de EEUU han descubierto uno completamente nuevo y con
características bastante raras. Se trata de las supernovas más
brillantes -diez veces más que las normales y 100.000 millones más que
el Sol-, son muy calientes -entre 10.000 y 20.000 grados- y emiten en
ultravioleta durante bastante tiempo.
Imágenes de la supernova SN 1987 A, tomadas por el telescopio Hubble, en las que se aprecia su evolución.- NASA/ESA/J.LARSSON (UNIVERSIDAD DE ESTOCOLMO)
De momento, Robert Quimby y sus colegas han descubierto cuatro
supernovas de este nuevo tipo, pero en realidad son seis, porque su
investigación ha permitido constatar que otras dos extrañas supernovas
descubiertas hace pocos años son iguales a las cuatro nuevas. Los
investigadores no tienen claro qué mecanismos rigen estas explosiones.
Quimby, ahora en el prestigioso Instituto de Tecnología de California (Caltech, EEUU), era un estudiante graduado en la Universidad de TejasenAustincuando,
en 2007, anunció el descubrimiento de la supernova más brillante jamás
encontrada. Además, era extraña porque en los análisis de su luz, que
permiten identificar la composición química, no aparecía la firma del
hidrógeno, un elemento común en las supernovas normales, explica un
comunicado de Caltech. Al mismo tiempo, se descubrió otra supernova
extraña con el telescopio Hubble. Quimby, en el proyecto Palomar Transient Factory,
empezó a buscar más explosiones estelares de este tipo con el
telescopio de 1,2 metros del observatorio de Monte Palomar, en
California, y descubrió las cuatro que ahora se presentan en la revista Nature. Las observaciones realizadas con el telescopio Keck de 10 metros de diámetro (en Hawai) y el Williams Herschel, de 4,2 metros, en El Roque de los Muchachos (Canarias), indicaron que las cuatro supernovas tenían extraños espectros de luz.
Las
sorpresas se sucedieron en la investigación ya que los astrónomos de
Caltech se dieron cuenta de que sus cuatro supernovas eran iguales a la
que había encontrado Quimby unos años antes y a la descubierta con el Hubble,
la primera situada a una distancia de unos 3.000 millones de años luz y
la segunda a unos 8.000 millones. Esa diferente distancia hace que los
espectros de luz aparezcan desplazadas por el efecto denominado
corrimiento al rojo (la expansión del universo estira la longitud
de onda de la luz emitida por un objeto que se aleja y cuanto más lejos
está más se aleja y más se estira esa longitud de onda). Al hacer las
correcciones de los espectros de luz de esas supernovas teniendo en
cuenta las diferentes distancias y el diferente valor del corrimiento al
rojo, los científicos de Caltech se dieron cuenta de que en ambos casos
estaban ante el mismo tipo de objeto, que además encajaba por sus
características con las cuatro supernovas posteriormente descubiertas,
todas ellas en distancias intermedias entre las dos primeras.
"Ahora
tenemos una nueva clase de objetos que no se pueden explicar con
ninguno de los modelos que teníamos hasta ahora", señala Quimby. Estas
supernovas nuevas se expanden a gran velocidad (10.000 kilómetros por
segundo), carecen de hidrógeno y tardan unos 50 días en apagarse, mucho
más de lo que duran la mayoría de las supernovas, señalan los
científicos.
Las nuevas supernovas residen en galaxias enanas y
cada una resulta ser hasta cien veces más brillante que su galaxia,
iluminando su gas interestelar. Cuando se apaga la explosión, los
astrónomos pueden estudiar el conjunto de estrellas al que pertenece.
Quimby
y sus colegas proponen dos modelos para explicar sus raras supernovas.
Puede tratarse de una estrella pulsante de una masa entre 90 y 130 veces
la solar en la que los pulsos expulsan las capas de hidrógeno y, cuando
la estrella está exhausta y explota, se calientan esas capas hasta
alcanzan la alta temperatura y gran luminosidad observada. Otra idea es
que la supernova deja como remanente un magnetar, un cuerpo denso en
rápida rotación con un potente campo magnético, de manera que la
interacción con el mar de partículas cargadas de su entorno emite
energía que, a su vez, calienta la materia previamente expulsada durante
la explosión de la supernova.
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