Se transcribe a continuación un artículo de Manuel López Arrabal, que tiene por objeto acercarnos al concepto de glocalismo, que puede definirse como un compendio de medidas para llevar una vida sencilla, decreciendo, es decir, viviendo mejor con menos. Manuel firma sus trabajos con el seudónimo de Acuario. Nacido en la ciudad de
Málaga en diciembre de 91967, vive en la actualidad en el Aljarafe sevillano y trabaja para la Administración Pública.
Casado y padre de un hijo, se autodescribe como "un ser humano especialmente
sensible, buscador incansable de la Verdad, enamorado de la naturaleza,
de la familia, de los amigos, del deporte, de la cocina, de la lectura y
de la intimidad del hogar. Es autor de "La Huelga Sencilla" y "Glocalismo".
Glocalismo: Un camino hacia el Mundo que Queremos.
Aunque
el término Glocalismo ha sido utilizado y sigue siendo utilizado por otros
autores, en especial, por el filósofo Zigmun Bauman, en mi caso, llegué a él
tras concebirlo en mi interior sin saber de su existencia previa. Bien es
verdad, que unos meses antes supe del lema “piensa globalmente, actúa
glocalmente”, quedándoseme grabado el interesante concepto de lo glocal (global
y local). Pues bien, a principios del año 2011 comprendí que el título que tenía
reservado para la obra que en esos momentos estábamos escribiendo Emilio
Carrillo y yo, se quedaba corto, y fue entonces cuando afloró con gran fuerza
en mi mente la idea de lo glocal. Tras
reflexionar un tiempo sobre ello, pensé en desarrollar el concepto Glocalismo
para usarlo como título de dicha obra, compuesta actualmente por dos libros.
Tras
consultar por internet y comprobar que glocalismo y glocalización ya existían
como conceptos enriquecedores y complementarios de globalismo y globalización,
traté de encontrar una definición de los mismos. Al no encontrarla, decidí
definir Glocalismo como: “acción y efecto de preservar lo local de todo aquello
que provenga de forma global y no sea beneficioso para la biodiversidad que lo
recibe”. No obstante, tras esta definición corta, las implicaciones que le doy
a Glocalismo son mucho más amplias y profundas. Aparte de tomar en
consideración que lo local y lo global (lo glocal) son las dos caras de la
misma moneda (la acción local produce un efecto global y la acción global
produce efectos locales), he querido dar un significado más completo y
definitivo al término Glocalismo. Pretendo, asimismo, definir con dicho
concepto el nuevo sistema de relaciones humanas (a nivel social, político y
económico) que está emergiendo en todo el planeta, como modelo alternativo del
actual sistema capitalista. Y esto está siendo posible gracias a que cada vez
son más las personas que apuestan por vivir una vida más sencilla, consumiendo
únicamente lo necesario para llevar una vida digna (sobre todo productos
locales, ecológicos, de comercio justo y de segunda mano), compartiendo con los
más necesitados, cooperando en la creación de economías alternativas (como los
bancos del tiempo, los mercados de trueque y las monedas sociales), y sobre
todo reverenciando y regresando a la naturaleza para construir nuevos modelos
de convivencia en zonas rurales, ya sea recuperando pueblos y aldeas
abandonadas o semiabandonadas, o bien, creando ecoaldeas en plena naturaleza.
En ambos casos, el abastecimiento de los productos de primera necesidad sería
de producción propia, es decir, la nueva organización social glocalista
evolucionará hacia un mundo de comunidades autosuficientes, apoyadas en las
tecnologías de la autosuficiencia, generadoras de riqueza local (salud,
educación, empleo, cultura, energía, alimentos, abrigo, calzado, artesanía,…) y
amparadas en una política glocal.
Antes
de profundizar más sobre el título que encabeza este artículo, quiero aclarar
que la obra Glocalismo se debe entender dentro del contexto de continuidad del
libro “La Huelga
Tranquila ”, sobre todo de su epílogo, donde mi Gran Esperanza
de que un mundo mejor es posible, se materializa desde mi interior en una
versión de la realidad (de mi realidad) que deseo para mí, pero sobre todo para
mi hijo y para las generaciones venideras. A esta, mi versión particular de la
realidad, la he llamado la
Visión del Mundo que Queremos.
En
una ocasión, hace bastante tiempo, leí que todos los pensamientos que son
acompañados por ciertas emociones y sentimientos, terminan materializándose en
la realidad de quién los crea, sin que haya ningún tipo de limitación. Tanto es
así que cuanto mayor sea el número de personas que piensen y sientan que un
mundo mejor está a nuestro alcance, tanto más fácil será que se pueda lograr.
Pero, de igual manera, si hay gran número de personas que no creen en un mundo
mejor, o bien, sí que creen, pero no saben qué tipo de mundo mejor quieren ni
como llegar a él, o bien, sí que lo saben pero se enfocan en los miedos, es
decir, prestan más atención a lo que no quieren del mundo en el que viven
(guerras, hambre, destrucción medioambiental,…), entonces de igual manera se
impedirá o retrasará el logro de ese mundo mejor. Dicho de otra manera: mientras
más personas crean que un mundo mejor es posible y, que además intuyan y sepan
cómo hacerlo, además de desearlo de corazón, entonces, en no mucho tiempo,
lograrán hacerlo realidad. Para ello es necesario que cada cual comparta su
versión de la realidad (o Visión del mundo que desea) y se interese por conocer
la de los demás. De esta manera, lo mejor de las versiones más conocidas y
apoyadas por las mayorías, tendrán muchísimas posibilidades de llevarse a cabo.
Es
cada vez más urgente y necesario sentir y pensar en que cada uno de nosotros es
tremendamente útil y necesario en la construcción de un mundo mejor y más
justo. Creer es crear. Y creer juntos en una misma o similar versión de la
realidad, es co-crear. Lo importante no es creer en mi Visión del Mundo que
Queremos, que desde el año 2009 vengo desarrollando y, al mismo tiempo,
enriqueciendo con otras versiones de la realidad de otros muchos autores. Lo
importante es que cada cual tenga suficiente fe (creer con mucho sentimiento y con
gran convicción) en la realización de la Visión del Mundo que desea para sí y para los
demás. Una vez que tengamos claro hacia qué clase de mundo mejor queremos ir,
pongámonos en marcha y avancemos con determinación hacia su logro. Compartamos
con los demás la forma de hacerlo. Cooperaremos, en la medida de nuestras
posibilidades, con todas y todos los que avancen en el mismo sentido, sin
perder tiempo y energías en la denuncia o destrucción del viejo sistema
patriarcal. De esta manera construiremos algo nuevo y mejor. Pero para ello es
preciso que seamos coherentes en nuestras vidas cotidianas, sobre todo en lo
relacionado con el consumo consciente y en el estilo de vida que llevamos.
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