Por doquier suena el despertador y no precisamente para levantarnos cada día y aplicarnos a la tarea de cumplir con nuestras obligaciones. No. Suena para que podamos abrirnos a la realidad del proceso evolutivo que ya experimenta nuestro sistema solar . Muchos, entre los que me incluyo, piensan que se está iniciando la aproximación a un puente de Einstein-Rosen, que estamos viviendo ya una fase previa de apretón energético y aceleración del tiempo y que cada ser humano , sin más cualificación que su deseo, tiene abierto un portal dimensional para que, si su corazón así lo siente, sea consciente de su divinidad. Que somos UNO, cocreadores de todo lo que hay.
Pero, ¿qué es un agujero de gusano o puente de Einstein Rosen? Para poder hacernos una idea aproximada, se transcribe a continuación un artículo publicado en el blog La Teoría de la Relatividad. Un trabajo en construcción , firmado por Armando Martínez en marzo de 2009.
" En un trabajo publicado en 1935, después de estar trabajando sobre las
ecuaciones de campo de la Relatividad General, el mismo Einstein en
colaboración con su amigo Nathan Rosen sacó a la luz en el ejemplar 73
correspondiente al volumen 48 del Physical Review
algo interesante cuya importancia teórica pasó desapercibida para
muchos en aquél entonces. Se trataba de una solución que permitía, al
menos teóricamente, conectar dos regiones diferentes del espacio-tiempo a través de un tunel que podía servir como atajo.
Antes de proseguir, formularemos una pregunta al lector que tal vez le parezca sin sentido:
¿Es posible construír un círculo que carezca de centro?
No estamos hablando de algo trivial como el dibujar sobre una hoja de papel un círculo y cortar con unas tijeras una porción del interior en la cual está situado el centro del círculo. Estamos hablando de una situación en la que, genuinamente, sin cortar nada y sin haber borrado nada, no existe el centro de un círculo.
Esto, aunque parezca algo demasiado extravagante y exótico, ya era conocido por los estudiosos de la topología inclusive desde antes de la llegada de Einstein.
No estamos hablando de algo trivial como el dibujar sobre una hoja de papel un círculo y cortar con unas tijeras una porción del interior en la cual está situado el centro del círculo. Estamos hablando de una situación en la que, genuinamente, sin cortar nada y sin haber borrado nada, no existe el centro de un círculo.
Esto, aunque parezca algo demasiado extravagante y exótico, ya era conocido por los estudiosos de la topología inclusive desde antes de la llegada de Einstein.
Considérese
el siguiente diagrama que representa un objeto que podemos construír en
este mismo momento con un poco de arcilla a nuestra disposición:
Veamos
con detenimiento el círculo superior. Visto desde arriba, con su imagen
proyectada hacia una pantalla plana, el círculo definitivamente parece
tener un radio que podemos medir en metros; esto nadie lo va a poner en
tela de duda. Pero si miramos más de cerca hacia el interior de la
imagen del círculo, en donde esperamos “ver” al centro, posiblemente
encontraremos algo curioso. Posiblemente encontraremos algo cuyo aspecto
no coincide con la textura del resto del círculo. Y si en vez de estar
utilizando la proyección de la imagen hacia arriba de la superficie
decidimos salir hacia afuera mirando al objeto en tres dimensiones,
descubriremos que el círculo cuya imagen habíamos estado viendo
proyectada sobre una pantalla plana carece de centro.
Esto nunca lo podríamos haber deducido limitados a un plano
bi-dimensional; teníamos que salir fuera hacia una dimensión “superior”,
hacia un espacio de tres dimensiones, para darnos cuenta de que el
círculo superior en realidad es un círculo sin centro, al igual que el
círculo inferior.
Esto por sí solo nos conduce a sospechar sobre
la posibilidad de que, si fuésemos capaces de poder “ver” no en tres
dimensiones sino en cuatro dimensiones, algo que de hecho existe de
acuerdo con la Relatividad General, lo más seguro es que veríamos cosas
que nos dejarían estupefactos, con la boca abierta.
Lo que
describieron Einstein y Rosen en su papel publicado en 1935 fue ni más
ni menos una solución matemática que describe algo que posteriormente
sería bautizado con el nombre de (wormhole), aunque en la literatura técnica es conocido como el agujero de gusano o puente Einstein-Rosen. La palabra “agujero de gusano” fue acuñada en 1957 por el físico relativista norteamericano John Archibald Wheeler.
El
puente Einstein-Rosen describe esencialmente una “conexión”, por así
llamarla, entre dos regiones separadas de espacio-tiempo, las cuales
pueden estar separadas a distancias astronómicamente enormes. Este
puente es una solución puramente matemática, pero muchas soluciones
puramente matemáticas a algún conjunto de ecuaciones han resultado ser
más reales que lo que se creía en un principio, y un ejemplo de ello lo
constituyen los mismos agujeros negros, los cuales existían como una
solución matemática a las ecuaciones de campo de la Relatividad General,
pero todavía hasta hace apenas unas dos décadas eran pocos los
astrónomos y científicos que creían que los agujeros negros pudiesen
existir. Hoy se ha llegado a la conclusión de que los agujeros negros no
sólo existen, sino que son incluso abundantes en el Universo. Nuestra
propia galaxia en la que habitamos, la Vía Láctea, muy posiblemente
contiene en su interior un enorme agujero negro que está actuando como
centro motor de la galaxia.
Puesto que el “atajo” relativista es
un verdadero atajo en el más pleno sentido de la palabra, de existir o
de ser posible construír construír uno con alguna tecnología actualmente
fuera de nuestro alcance esto abriría la posibilidad de realizar cosas
con las que sólo sueñan en estos momentos los escritores de
ciencia-ficción. Una de ellas sería la posibilidad de poder viajar de un
punto a otro a velocidades mucho mayores que la velocidad de la luz
(aunque en realidad no estaríamos viajando a la velocidad de la luz,
sino que estaríamos tomando un atajo que nos permite acortar la
distancia en el espacio-tiempo permitiéndonos llegar en poco tiempo a
otro punto para el cual viajando directamente sin la ayuda de un agujero
de gusano necesitaríamos de millones de años consumidos en el viaje.
En
la siguiente ilustración podemos ver cómo, en vez de tomar una ruta
siguiendo una “línea recta” de un punto a otro (o usando la terminología
relativista más elegante, siguiendo la geodésica
que hay entre dos puntos) sobre la superficie del plano de color verde,
podemos llegar más rápidamente a través del atajo que une a las dos
porciones de la hoja mostrada:
Con
varios agujeros de gusano colocados estratégicamente en varios puntos
del Universo, estos podrían servir como portales inclusive para poder
llevarnos a otros Universos diferentes al nuestro:
Pero
la factibilidad de poder trasladarse de un punto a otro del Universo
recurriendo a la ayuda de un agujero de gusano es tan sólo el principio
de las posibilidades. Otra posibilidad sería la de poder viajar al pasado o de poder viajar al futuro.
Con un túnel conectando dos regiones diferentes del espacio-tiempo,
conectando el “pasado” con el “futuro”, un habitante del “futuro” podría
trasladarse sin problema alguno hacia el “pasado” para poder estar
físicamente presente en dicho pasado con la capacidad de alterar lo que
está ocurriendo en el “ahora”. Y un habitante del “pasado” podría
trasladarse hacia el “futuro” para conocer a su descendencia mil
generaciones después, si la hubo. Estamos hablando de una verdadera máquina del tiempo como la descrita por el escritor H. G. Wells.
La
posibilidad de poder viajar al pasado frecuentemente ha sido desmentida
recurriendo a una famosa paradoja según la cual si tal cosa fuese
posible entonces un habitante del “hoy” podría trasladarse con una
pistola hacia su pasado para matar a su abuelo, y al haber matado a su
abuelo entonces no debería haber descendido de él, no debería de haber
existido, y por lo tanto no lo podría haber matado. Esta paradoja
devuelve algo de la tranquilidad que podríamos haber perdido ante la
posibilidad de poder construír una máquina del tiempo, excepto que si
metemos en el panorama a la mecánica cuántica, con su descripción
matemática sobre la creación de una cantidad infinita de universos
alternos cada vez que se toma una decisión o que se lleva a cabo una
medición, es posible dispensar de la paradoja en virtud de que al ir
hacia un pasado estaríamos bifurcando ese pasado en dos rutas
diferentes: la ruta en la cual el nieto asesino decide no viajar al
pasado y la ruta en la cual decide viajar al pasado para matar a su
abuelo. En la ruta en la cual el nieto asesino decide no viajar al
pasado, el nieto seguiría viviendo en el Universo en que actualmente
habita. Y si decide ir al pasado para matar a su abuelo, al hacer tal
cosa crearía un Universo alterno que ya no es el Universo en el cual
nació, de modo tal que dejaría de haber paradoja. Nuevamente, esta
posibilidad debe ser moderada tomando en cuenta que en la hipótesis de
la creación de universos alternos múltiples no es posible al habitante
de éste Universo el poder comunicarse o conectarse con los habitantes de
otros Universos alternos; al menos no con la tecnología y con el
instrumental teórico con el que contamos en la actualidad.
En la
Relatividad General todas las posibilidades que sean posibles deben ser
descritas con una métrica, y una métrica que nos describe un agujero de
gusano atravesable es la siguiente:
Inclusive
es posible postular teóricamente agujeros de gusano tomando como base
la bien probada métrica de Schwarzschild. Esto fue lo que hicieron
Einstein y Rosen en su papel original. Sin embargo, en 1962 John
Archibal Wheeler y Robert W. Fuller publicaron un trabajo en el que se
llegaba la conclusión de que un agujero de gusano basado en la métrica
de Schwarzschild es sumamente inestable, y se “desinflará”
instantáneamente en cuanto se forme como si fuera un globo inflado
picado por un alfiler, impidiendo que inclusive la luz pueda recorrerlo.
Sin
embargo, en un trabajo publicado en 1988, la posibilidad de agujeros
negros atravesables fue demostrada por vez primera por el físico
norteamericano Kip Thorne y su alumno Mike Morris, hoy designado como el
agujero de gusano Morris-Thorne.
Posteriormente se han ido descubriendo otras posibilidades que también
son soluciones a las ecuaciones de campo de la Relatividad General, como
una variedad estudiada en un trabajo de Matt Visser (autor del popular
libro titulado Lorentzian Wormholes)
publicado en 1989 en la cual el atajo a través del agujero de gusano se
puede hacer en sin necesidad de tener que atravesar una región de
materia exótica como lo requiere el agujero de gusano Morris-Thorne. De
cualquier manera, en la teoría de Gauss-Bonnet no se requiere de la
ayuda de materia exótica para que un agujero de gusano pueda existir;
puede existir incluso sin requerir materia alguna para ello.
Aunque
posibles matemáticamente de acuerdo a la Relatividad General, los
agujeros de gusano siguen siendo inaccesibles para nuestros limitados
recursos tecnológicos. Es posible que en estos momentos ya haya agujeros
de gusano que se estén formando espontáneamente en el Universo de cuya
existencia no estamos enterados, como también es posible que pueda haber
agujeros de gusano construídos por otras civilizaciones que sean
tecnológicamente mucho más avanzadas que la nuestra. Y esto último es
posible porque con la labor empezada por Copérnico y Galileo y culminada
con Einstein el hombre ha dejado de ser el centro del Universo, ha sido
destronado de la posición privilegiada que creía poseer. Y habiendo
ocurrido esto, todo lo demás se vuelve posible."
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