Transcribimos un capítulo del libro Glocalismo de Manuel López Arrabal al que me he referido en entradas anteriores (5 de noviembre y 1 de diciembre). En esta ocasión, Acuario hace una certera reflexión sobre la contaminación tecnológica y propone una serie de pautas para paliar sus efectos.
La contaminación tecnológica.
El
exceso de aparatos electrónicos inservibles está generando un impacto
ambiental del que apenas se habla. Para empezar, no existe ningún plan
que contemple el reciclaje completo de la chatarra electrónica, llena de
plásticos, metales pesados y otras sustancias altamente contaminantes.
En teoría, debería dejarse en los puntos verdes habilitados para que sea
tratada adecuadamente, pero desgraciadamente suele abandonarse en
papeleras, contenedores de basura o, simplemente, en la calle. Pero,
incluso los aparatos que se dejan en los puntos verdes o tiendas de
electrónica suelen terminar a miles de kilómetros, en enormes vertederos
donde niños descalzos, sin guantes ni mascarillas, buscan piezas
aprovechables para ganar un euro al día. La India puede ser una de las
mayores depositarias de este tipo de basura tecnológica. En el año 2008,
se estima que llegó a este país unas 380.000 toneladas de este tipo de
residuos, repartidos en cuatros “supervertederos” muy próximos a
ciudades como Mumbai, Dehli, Bangalore y Calcuta, habiéndose reciclado
solamente unas 20.000 toneladas. Para el año 2012, se estima que el
total de residuos electrónicos vertidos y sin tratar, solo en la India,
superen los cinco millones de toneladas, entre las que, muy
probablemente, se encuentren el móvil, televisor u ordenador que dejamos
en un punto verde.
Desgraciadamente
la India no es el único país “pobre” que acoge los supervertederos de
nuestro planeta. En Asia, África y Sudamérica también los hay. Uno de
los mayores está en Ghana (África), donde continuamente llegan por mar
gigantescos buques de carga repletos de contenedores con material
electrónico “de segunda mano”. La normativa internacional prohíbe a los
países “ricos” deshacerse de su chatarra y basura enviándola a otros
países, sin embargo se hace la vista gorda cuando esta basura
tecnológica inservible se camufla como “material de segunda mano”. En un
magnífico documental que se emitió recientemente por TVE2 queda
perfectamente explicado y documentado esto último. Si no lo retiran de
internet lo podéis encontrar buscando por “documental obsolescencia
programada” o “fabricados para no durar” o “comprar, tirar, comprar”.
Recomiendo su visionado, por la calidad y cantidad de información que
contiene. En el documental podemos encontrar datos históricos muy
relevantes que nos muestran cómo desde principio de siglo XX las más
influyentes corporaciones privadas a nivel internacional, acuerdan en
prácticamente todos los sectores de la industria, fabricar con una fecha
de “vencimiento” en la vida útil de los diferentes productos; por
difícil que parezca de creer, la mayoría de diseñadores e ingenieros del
siglo XX y principios del XXI que trabajan para la industria del
consumo, buscan que el producto sea bonito, barato y bueno, pero esto
último sólo por un tiempo muy concreto y perfectamente estudiado;
desgraciadamente para nosotros (pero sobre todo para estos artistas y
genios que desaprovechan sus facultades creativas poniéndolas al
servicio de quienes les pagan), dedican mucho trabajo y esfuerzo en
conseguir materiales aparentemente robustos, pero realmente frágiles e
inservibles al cabo de un tiempo, y sistemas de obsolescencia
programada. Sin embargo, por si no veis el documental, hoy día siguen
funcionando perfectamente bombillas fabricadas hace más de cien años,
electrodomésticos fabricados en los países del este mucho antes de la
caída del muro de Berlín o medias de nylon a las que no le salen
“carreras”, ni aunque se usen para remolcar un vehículo. No obstante, el
documental también nos da pistas y posibles soluciones para ir contra
la corriente de la obsolescencia programada.
Hecho
este inciso en relación al documental de TV2, vuelvo al asunto de los
supervertederos. Metales pesados como el plomo, cobalto, cadmio, níquel,
cromo, mercurio, cobre, además de arsénico se desprenden y deslizan
desde los vertederos a las corrientes de agua. Cuando se queman junto a
los plásticos que los acompañan, además de ensuciar el agua, también
contaminan el aire con compuestos cancerígenos y neurotóxicos. El
volumen del impacto se puede evaluar a través de datos como el
siguiente: del desguace de 500 ordenadores se obtienen más de 500 kilos
de plomo, 2 kilos de cadmio y unos 300 gramos de mercurio. Las pruebas
efectuadas en el suelo y el agua, afectados por un vertedero electrónico
junto a la ciudad de Guiyu (China), revelaron que los niveles de plomo
son 2.400 veces más altos que los permitidos por las directrices de la
Organización Mundial de la Salud. Todo ello, a cambio del almacenamiento
de esta chatarra para luego recuperar, sobre todo, imanes, cobre y algo
de oro.
Otro
aspecto ambientalmente negativo del consumismo electrónico es el
derroche energético, tanto en la producción de estos bienes como por su
uso cotidiano. Según diversos estudios llevados a cabo en Francia, se
prevé que para el año 2030 las nuevas tecnologías de la comunicación
gastarán tanta electricidad como en el resto de necesidades
(iluminación, electrodomésticos, industria, …). Un móvil no gasta solo
lo que es capaz de acumular en sus baterías, pues esto último representa
una cuarta parte del total del gasto energético. Según investigaciones
de la Universidad Politécnica Federal de Zurich (Suiza), se necesitan
las otras tres cuartas partes para que dos teléfonos en conversación
mantengan la comunicación. Y con los ordenadores conectados a internet
sucede exactamente lo mismo. El PC sólo gasta del cinco al treinta por
ciento de la electricidad; el resto se necesita, principalmente, para
mantener encendidos y a la temperatura correcta los servidores durante
las veinticuatro horas al día. Todos los servidores existentes hoy día
en el planeta, han consumido en año 2010 el dos por ciento,
aproximadamente, de total de la electricidad mundial. Esta cifra se está
duplicando cada año, con lo que a este ritmo, hacia el año 2030 las
emisiones de CO2 asociadas a los ordenadores, podría ser equivalente a
las del tráfico aéreo mundial actual.
Las
bases de datos de un banco como BNP Paribas (2º en la zona euro y 7º
del mundo) con oficinas en 84 países y más de 200.000 empleados,
consumen tanta electricidad al cabo de un año como todo el país de
Afganistán. Así y todo, esa cantidad nada tiene que ver con el tremendo
consumo de la empresa Google, que posee más de medio millón de
servidores instalados en 26 “granjas” distribuidas por el mundo. Solo
una de estas granjas consume tanta electricidad como 37.500 hogares
españoles, y Google está incrementando su actividad en más de un 20%
anual. Aunque la compañía asegura que recurre a las fuentes de energía
renovable, la solución pasa por instalar dichas granjas en territorios
fríos para que el consumo de electricidad sea mucho menor. En este
sentido, el gobierno islandés ha ofrecido a Google la posibilidad de que
instalen las granjas dentro de su país. Como información relevante y
totalmente comprobada, el consumo de tecnología informática sale a la
luz con el siguiente dato: cada vez que realizamos una búsqueda en
Google, se produce un gasto de cuatro a diez vatios de energía.
Por
otro lado, existe la idea muy equivocada de que la llamada sociedad de
la información es más limpia que la industrial. Un estudio de la
Universidad de Naciones Unidas en Tokio lo ha traducido en cifras. La
fabricación de un ordenador requiere diez veces su peso en materias
primas derivadas del petróleo y otros productos químicos.
Porcentualmente, es de un impacto mayor que el producido en la
fabricación de coches, con el agravante de que en el año 2009 se han
fabricando unos 130 millones de ordenadores, incrementándose
considerablemente esta cantidad cada año, pero que quedarán obsoletos en
el plazo de tres a cuatro años. Por otra parte, la lucha por poseer las
minas de minerales imprescindibles para la industria de las
telecomunicaciones está provocando conflictos armados y geopolíticos de
los que nada se dice en los medios de comunicación convencionales.
Milicias de Congo, Ruanda y Uganda luchan y matan para asegurarse la
obtención de casiterita y coltán, unas mezclas de
minerales de los que se obtienen el tantalio y otros elementos, gracias a
los cuales funcionan teléfonos móviles, GPS, satélites artificiales,
armas teledirigidas, videoconsolas, ordenadores portátiles, mp3, etc. Entonces,
¿de qué soluciones disponemos para seguir disfrutando de las enormes
ventajas de los electrodomésticos y las telecomunicaciones? Mi propuesta
es que tengamos en cuenta los siguientes cinco puntos:
- Comprar solo los aparatos eléctricos y electrónicos que realmente necesitemos para facilitar nuestra vida diaria y crecimiento personal. Intentaremos, en primer lugar, buscarlos en el mercado de segunda mano e incluso gratuitos como los que se obtienen en algunos puntos verdes o a través de grupos que se dedican al trueque y al reciclaje.
- Elegir modelos eficientes como los electrodomésticos de línea blanca. Estos muestran en su etiqueta de eficiencia energética la letra “A” como indicativo de la mayor eficiencia en relación al menor gasto de energía. Entre ellos, los que tienen la etiqueta ecológica europea (una flor), tienen ventajas ambientales. En cuanto a ordenadores y aparatos electrónicos de oficina, son preferibles los que exhiben la etiqueta Energy Star.
- No sobrepasarse con el tamaño o prestaciones de los equipos multimedia. En la gran mayoría de los casos, no necesitamos adquirir, por ejemplo, el mejor ordenador o televisor de última generación. Es suficiente con que satisfagan realmente las propias necesidades. El tamaño de las pantallas debe ser el apropiado, siendo las de 22 o menos pulgadas para ordenador las más eficientes energéticamente, y las de televisión deberían ser del menor tamaño posible en relación a la distancia desde donde la vamos a ver.
- Apagar, tanto en casa como en la oficina, todos los aparatos eléctricos y electrónicos cuando no se usen. Por la noche, por ejemplo, podemos cortar el suministro de electricidad de toda la vivienda excepto el del frigorífico o de cualquier otro aparato de imprescindible funcionamiento contínuo. También es posible instalar desconectores automáticos en el cuadro eléctrico de la casa, que detectan cuando no se está usando un determinado aparato, apagándolo después de un determinado tiempo.
- Hacer un buen uso y mantener correctamente todos los aparatos eléctricos y electrónicos para su mejor conservación y rendimiento durante más tiempo. Mantenerlos libre de polvo y lejos de fuentes de calor es una de las mejores medidas a nuestro alcance para ello.
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